Las redes sociales revientan de imágenes, videos y testimonios de la tragedia en Acapulco, donde 9 de cada 10 residentes se quedaron sin empleo por culpa de ‘Otis’, el huracán que cambió el rumbo de las predicciones climatológicas (siendo posible que la Organización Meteorológica Mundial retire su nombre debido a su impacto catastrófico en Guerrero).
Nadie quisiera estar en los zapatos de quienes describieron el horror de quedar atrapados en los cuartos de hotel con el impacto del ojo del huracán durante cinco horas continuas y observar al día siguiente el tamaño de la destrucción.
Pese a las complicaciones en el traslado aéreo, afortunadamente muchos sobrevivientes regresaron a sus casas para abrazar a sus familias, agradecidos con Dios o el universo por haberles salvado la vida.
La segunda gran desgracia es para quienes perdieron seres queridos y patrimonio. ¿Qué pasará con la economía de sus habitantes? ¿Cómo van a sortear la crisis del desempleo? ¿Qué hará el gobierno para evitar los saqueos o el aumento de la inseguridad pública?
Y el dato es aún más devastador: La Asociación de Hoteles y Empresas Turísticas de Acapulco estima que entre 12 y 18 meses tendrán que pasar para que los hoteles puedan ser reconstruidos en su totalidad.
Los acapulqueños nunca olvidarán las ruinas que dejó ‘Otis’ ni la ineptitud del gobierno para actuar antes, durante y después del paso del huracán.
ANTES. El gobierno sabía con 12 horas de anticipación que la cercanía de un huracán ameritaba el traslado inminente de residentes y turistas a los albergues.
¿Dónde está el refugio? Fue la pregunta que hizo la comunicadora Fernanda Familiar a la Secretaria de Desarrollo durante la XXXV inauguración de la Convención Internacional de Minería. Para ese entonces, la funcionaria desconocía que ‘Otis’ era huracán categoría 4.
Aunque el presidente López Obrador intenta blindar su “conciencia” y a su “gobierno humanista” al sostener que activaron la alerta temprana –desde Acapulco– la periodista Sandra Romandía cuestionó por qué el gobierno permitió la inauguración del evento cuando el huracán ya estaba encima de ellos.
Ni López Obrador ni la minúscula gobernadora Evelyn Salgado sintieron la muerte sobre sus cabezas y ¡por favor!, dejemos de dar crédito a la narrativa oficial de “que todo es mentira”.
DURANTE. Sin ninguna autoridad local o federal presente en la zona cero horas después de la devastación, los saqueos tomaron por sorpresa a los militares; lo cual resulta inconcebible por la experiencia de la Sedena en tragedias naturales, no solo en tareas de seguridad sino en la repartición de víveres en las horas siguientes.
DESPUÉS. Ningún gobierno en años recientes se había atrevido a concentrar la ayuda humanitaria en manos del Ejército con el argumento de evitar el lucro electoral cuando hubo donativos para Turquía que terminaron en tianguis y bodegas del gobierno de la Ciudad de México.
Con esa desconfianza ciudadana que siembra el presidente, sin Fonden, con sentimiento de abandono y la economía quebrada, Guerrero seguirá siendo el segundo estado más pobre del país (el escenario que alimenta el ego de López Obrador para mantener su bastión de votos).
Por Paty Estrada