En México, alrededor de 15 millones de personas viven con enfermedad renal crónica (ERC), una carga que la sitúa entre las principales preocupaciones de salud pública del país.
Pese a la elevada prevalencia, la realidad en servicios de salud muestra brechas importantes: aunque el 80% de las personas con ERC está consciente de su diagnóstico, muchas carecen de acceso continuo a consultas de especialidad, medicamentos y programas de seguimiento.
La detección temprana mejora sustancialmente las opciones de manejo, pero la continuidad del tratamiento y el control de comorbilidades siguen siendo irregulares entre regiones urbanas y rurales.
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La detección y el control se basan en medidas sencillas y económicas como la evaluación del filtrado glomerular y la detección de microalbuminuria, junto con el manejo estricto de la glucemia y la presión arterial.
Sin embargo, expertos advierten que la falta de tamizaje sistemático en atención primaria, la capacitación insuficiente del personal y la fragmentación de las rutas clínicas limitan la efectividad de estas intervenciones.
Detectar a tiempo, asegurar continuidad de atención y priorizar la prevención son pasos imprescindibles para contener el impacto humano y económico de la enfermedad renal crónica en México.
