Por Enrique Huerta
Resulta un verdadero eufemismo afirmar que la doctora Claudia Sheinbaum arrancó su campaña presidencial el pasado 1º de marzo. En realidad lleva dos años coordinando acciones proselitistas en todo el país con el simple objetivo de que el electorado mexicano haga una cruz sobre su nombre, sellando para siempre su destino con la continuidad del régimen en formación.
No obstante, las primeras horas oficiales fueron sintomáticas en más de un sentido. El acarreo que necesitó Morena para llenar la Plaza de la Constitución no sólo fue obsceno, también debería ser fuente de una gran preocupación para el primer círculo de la presidenciable.
¿Tenían que traer a gente de Chiapas, Morelos, Campeche, Puebla, Estado de México y Tlaxcala para llenar el Zócalo de una ciudad que hace seis años eligió a Claudia Sheinbaum como Jefa de Gobierno? ¿Acaso no había suficientes capitalinos, en Iztapalapa o Milpa Alta, dispuestos a abarrotar las calles del Centro Histórico? ¿Era estrictamente necesario convertir al primer cuadro, desde San Lázaro hasta las inmediaciones de Palacio Nacional, en un gigantesco estacionamiento capaz de desquiciar el tráfico por más de 10 horas?
¿Terminará en el reporte de gastos de campaña el costo de transporte, combustible y casetas de más 500 autobuses de pasajeros, microbuses y vans que los medios nacionales documentaron con tanto esmero? ¿Habrán sido costeados esos gastos por “la subrogación de sobres amarillos” que, al parecer, nunca se acaba en el presente sexenio?
O simplemente el acarreo descarado fue el resultado necesario, como diría el presidente López Obrador, “del aburguesamiento de la Ciudad de México”. Bajo ese reconocimiento, ¿el Ejecutivo Federal prepara a sus huestes para la derrota electoral en el bastión histórico de la izquierda en México?
Aquí se lo advertí hace mucho, en mi columna “¿Habemus presidenta?”, publicada el 8 de noviembre del 2022:
«La Jefa de Gobierno debe ladear el fracaso electoral que sufrió Morena en las alcaldías más productivas de la capital del país durante el proceso electoral de 2021. Ningún presidenciable puede ser competitivo con el bastión fragmentado. No estoy seguro que las políticas que hasta ahora ha implementado el gobierno de la Ciudad de México sean capaces de sellar dicha fractura, me parece que han producido exactamente lo contrario.
No obstante, el equipo de Sheinbaum ha compensado “ese bache en el camino” con creces, haciéndose del apoyo de coaliciones locales altamente vinculantes, plagadas no sólo de morenistas notables, sino hasta de alcaldes opositores».
A menos de tres meses de la elección sólo le queda a la candidata de la transformación la idea –ficcional– de una ventaja estadística irreversible, el resguardo de la popularidad presidencial –dañada a muerte por la campaña del Narcopresidente–, y las redes clientelares de los prianistas que, con acomodos redituables, terminaron del lado correcto de la Historia. Y, sin embargo, ¿estamos a tres meses de ver a Sheinbaum recibiendo la banda presidencial de López Obrador? Eso, se le aseguro, no dependerá de los acarreados.