¡No es ceguera, es complicidad! Así quiero resumir la respuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador en su intento por justificar la confirmación de la UNAM: Hubo plagio en la tesis de la ministra Yasmín Esquivel Mossa cuando obtuvo su título de Licenciada en Derecho en 1987.
Debido al escándalo mediático que pone en entredicho a la integrante de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), la casa de estudios hizo bien en revisar y confirmar que la tesis de la ministra tiene “alto nivel de coincidencias” con la que un año antes entregó el alumno Edgar Ulises Báez Gutiérrez –cuyas últimas revelaciones periodísticas arrojan que tendría en su contra dos denuncias por delitos sexuales– (un hecho no debe tapar al otro).
La ministra utilizó fanfarronamente la carta de paridad de género para excusarse de una falta de ética gravísima que para no variar fue minimizada por el mismo presidente: “Como diría Jesús, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
Y también agregó: “Cualquier error o anomalía cometida por la ministra cuando fue estudiante es infinitamente menor al daño que han ocasionado a México personajes como Krauze o Sheridan”.
¿Acaso no suena a complicidad? Hablamos de que la ministra Yasmín Esquivel es contendiente a ocupar la presidencia de la SCJN y López Obrador reduce el plagio de tesis a un “error”, algo similar sucede cuando el padre o madre de familia solapa los delitos de su hija o hijo adolescente.
¿Qué otro país –digno de respeto– aceptaría que en la esfera más alta de la impartición de justicia, una persona que ROBÓ las ideas de otra para conseguir el título profesional pueda ejercer en la función pública?
Los artículos 424 y 427 del Código Penal Federal establecen que se impondrá prisión de seis meses a seis años y de 300 a 3 mil días de multa a quien use en forma dolosa, con el fin de lucro y sin las autorización correspondiente obras protegidas por la ley federal del derecho de autor.
Ante la ilegitimidad de sus cartas credenciales y por haber cometido FRAUDE, la ministra Esquivel es insostenible; sin embargo, no va suceder porque dicho sea de paso es la esposa de José María Rioboó, el constructor más beneficiado en el sexenio de López Obrador.
Una vez más la corrupción es tolerada desde el poder presidencial, los amigos reciben protección y los enemigos linchamiento público. Vivimos en un país que mantiene en sus cargos a gente cuya deshonestidad en la función pública ha quedado exhibida poniendo en riesgo la reputación de las instituciones.
Era predecible que el ciclo concluido del Ministro Arturo Zaldivar abriera espacios a la grilla interna en la Corte y agitara las fuerzas externas para adueñarse de las decisiones del Poder Judicial.
El golpe mediático fue más que oportuno para descarrilar a la favorita de López Obrador, pero eso no quita que la señora Esquivel cometió un delito. No importa si es amiga del presidente, él ha defendido la tesis de su gobierno “No mentir, no robar y no traicionar al pueblo” pero una vez más la hipocresía queda retratada de cuerpo completo.
Veremos si la vergüenza pública es más poderosa que su ambición por ser la primera mujer en ocupar la presidencia de la SCJN a 200 años de su historia.
Por Patricia Estrada