El contagio del ejemplo

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Foto: Especial

No podríamos entender la macha de este domingo en Puebla, encabezada por el gobernador Miguel Barbosa y que convocó a más de 80 mil poblanos de todos los rincones de la entidad, sino como una reacción ejemplar a la marcha del millón, la del presidente Andrés Manuel López Obrador registrada el pasado 27 de noviembre y que será recordada como la más grande pulsión popular orquestada por un régimen político en México.

Al respecto, en mi última columna publicada en ContraRéplica Puebla, titulada “Oficialismo encarnado”, le compartía a usted el siguiente diagnóstico:

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“El rito fue tan poderoso que más de uno está decidido en emularlo. Desde los años dorados del corporativismo mexicano, hace casi un siglo, ningún presidente se ha resistido a la tentación de mostrar la capacidad de movilización del régimen con el simple objetivo de afirmarse, ante propios y extraños, como el punto final e indiscutible de la pirámide del poder político en México. No obstante, en esta ocasión, López Obrador rompió las formas renunciando a la arista de la pirámide para colocarse a nivel de base. La ficción es enternecedoramente hobbesiana: el tlatoani mexicano es una sumatoria interminable de cuerpos que los mueve un solo aliento. Era de esperarse que el contagio del ejemplo, para el resto de la clase política, fuera tan irresistible que estamos ante el nacimiento de un ritual más del Estado que sobrevivirá mientras la 4ta Transformación permanezca en el poder”.

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El rito del oficialismo, que en esta ocasión consiste en la consagración del gobernante como uno entre miles –millones–, se abre camino en las entidades de la Unión con lecturas francamente singulares:

¿Quién podría negar, después de la marcha de este domingo que el gobernador Miguel Barbosa no sólo es el titular del Poder Ejecutivo local sino, además, el primer morenista de la entidad? ¿Para quién pasó desapercibido el papel protagónico de Sergio Salomón Céspedes Peregrina, uno de los aspirantes más serios a la gobernatura del estado? ¿Acaso nadie vio “la porra” que traía el doctor José Antonio Martínez García, otra figura destacable y con posibilidades electorales infinitas en Movimiento Regeneración Nacional? ¿En verdad nadie percibió que la gente de Alejandro Armenta Mier estaban juntos en la marcha, pero no revueltos, porque el senador lleva en el parentesco la penitencia y en el padrino su fatídico destino?

¿Dónde estaban, entre los contingentes de la marcha, los “ebrardistas”, por ejemplo? En alguna conferencia de la ONU vía streaming seguramente. En absoluto contraste frente a la marea “claudista” que impregnó la marcha de un espíritu sectorial que no habíamos visto en este país –y menos en Puebla– desde los años dorados del corporativismo mexicano. No por nada hasta la CTM decidió, en un impredecible cálculo estratégico, ser tan morenista como barbosista. Y quizá aún más notorio, ¿dónde estaba la secta de la señora Rivera Vivanco? Unos tomándose un café con Mario Delgado mientras que otros andaban buscando facturas hasta por debajo de las piedras para poner en orden sus asuntos con las Auditoría Superior del Estado.

La pregunta aquí es redonda: ¿alguien todavía tiene alguna duda sobre la persona que recaerá la ultima palabra en el juego de la sucesión interna de Morena en Puebla? Que conste que es pregunta.

Por: Enrique Huerta
Editor: Iván Betancourt

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