¿Qué tan absurdamente politizado tiene que estar este país para que un mensaje, de tres futbolistas mediáticos como Giovani dos Santos, Braulio Luna y Miguel Layún, genere moros con tranchetes en el rincón más oscuro de las benditas redes? La pregunta viene a cuento por la respuesta que este domingo tuvo que difundir, en su cuenta de Twitter, el secretario de Gobernación Adán Augusto López para serenar ánimos y pasiones:
“Lamento los injustos ataques que han recibido jugadores por haberme hecho un saludo en redes, que de seguro fue de personas que quieren ayudarme, y como ya lo mencioné, no es el momento. El momento ahora es de México y de concentrarnos en seguir trabajando por lo que nos une. Sé que todos trabajamos con ese objetivo, incluso los que nos atacan. Pero dejemos el odio y los comentarios que no suman”.
Varias cosas destacan de este sucinto mensaje: primera, el alejamiento del discurso de odio y confrontación que tristemente han hecho de Palacio Nacional su morada sexenal; segunda, el fuego amigo “de quienes nos atacan” —en la voz del secretario—, no precisamente hace referencia a los opositores al proyecto de la 4T, sino a los equipos de campaña del resto de las corcholatas presidenciales que han pasado a segundo plano; tercera, remarcar la temporalidad bajo la expresión “no es momento” es, en sí mismo, una critica sutil a quien empezó a perder puntos en las intenciones del voto desde que los “extraños incidentes” del Metro se volvieron una dramática costumbre.
En cualquier democracia consolidada no sólo resultaría absurdo, sino abiertamente autoritario prohibir que un político aparezca acompañado de un peluche: ¿qué sería de los conciertos de “la chaviza” si Víctor González Torres, mejor conocido como “el Dr. Simi”, compitiera una vez más por la oficina central de Palacio Nacional? De igual modo, resulta escandalosamente antidemocrático criticar o sancionar a un futbolista, profesor o bombero por el simple hecho de expresar libremente sus filiaciones o animadversiones políticas en sus redes sociales.
¿Realmente México piensa consolidar su democracia si veintitrés años después de la alternancia de Vicente Fox seguimos pensando que el árbitro del conflicto electoral debe proteger a los ciudadano, en razón de su —ficticio— autismo, de las intenciones retorcidas de los políticos y sus aliados? En definitiva este tipo de payasadas —me refiero a la concepción de la democracia como el patrimonio de las instituciones y no como recurso permanente de los gobernados—, no pasarían la prueba de la libertad republicana.
PROYECCIÓN
Quién siga creyendo que las encuestas serán el criterio decisivo en Morena para definir a la corcholata presidencial ganadora padece de una incurable ingenuidad política. Adán Augusto, como lo aseguré en mi columna publicada el 5 de julio pasado: “no sólo lleva la sangre del caudillo en las venas, sino que es el único de todas las opciones que tiene Andrés Manuel sobre la mesa que asegura la continuidad del proyecto lopezobradorista”. Tiempo al tiempo.
Por Enrique Huerta