El papa Francisco, quien falleció este 21 de abril, a los 88 años, dejó un legado imborrable en la Iglesia Católica y en el mundo entero.
Sus últimas palabras pronunciadas en un acto público, durante la misa de Pascua el 20 de abril en la Plaza de San Pedro, resonaron como un llamado a la esperanza, la fraternidad y la paz, fiel a su pontificado marcado por la defensa de los más vulnerables y la denuncia de las injusticias.
En su última aparición pública, el papa Francisco, aún convaleciente tras una larga hospitalización por neumonía, expresó un mensaje cargado de emotividad y profundidad espiritual. Sus palabras finales incluyeron una reflexión sobre la necesidad de renovar la esperanza y la confianza en la humanidad.
“¡Cuánto desprecio se manifiesta a veces hacia los más débiles, los marginados, los migrantes! En este día, quisiera que volviéramos a tener esperanza y confianza en los demás, todos somos hijos de Dios”, dijo el pontífice.
También hizo un llamado a la paz, afirmando que “la paz no es posible sin un verdadero desarme”, instando a los líderes mundiales a poner fin a las guerras y al expolio del planeta.
Durante la bendición Urbi et Orbi, Francisco también pronunció un mensaje más breve pero igualmente significativo: “buena Pascua, hermanos y hermanas”, acompañado de un exhorto a vivir con fe y solidaridad.
Francisco, visiblemente frágil tras semanas de tratamiento médico, delegó la lectura de la homilía a un cardenal, pero insistió en aparecer en el balcón de la Basílica de San Pedro para dirigirse a los miles de fieles congregados. Su esfuerzo por estar presente, a pesar de su delicado estado de salud, subraya la importancia que otorgaba a su mensaje de Pascua, centrado en la resurrección como símbolo de esperanza y renovación.





