Regresó la Covid, pero ¿por qué Gatell nunca se fue?

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La última vez que abordé en este espacio el problema sanitario desatado por la pandemia –hoy endemia– de Covid-19 fue hace siete meses, el pasado 20 de diciembre en mi columna titulada “Sexta ola”. Entonces, ante la persistencia estacional de los contagios, señalaba lo que con el paso del tiempo se ha vuelto evidente:

«Lo único sensato que ha dicho el Dr. Hugo López-Gatell, responsable contra viento y marea de la estrategia sanitaria a nivel federal, hoy viene a cuento: “el Covid-19 llegó para quedarse”».

Agradezcamos la bondad de la cita, pues quizá sea la única donde el inefable epidemiólogo motive un buen ejemplo. Ante el comunicado preventivo, emitido primero por la Universidad Nacional Autónoma de México y replicado horas después por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, recomendando a su población estudiantil tomar medidas sanitarias –centralmente el uso del cubrebocas en las aulas– ante el incremento de los contagios; la subsecretaría de Salud, a cargo del señor Gatell, actúo como de costumbre: desacreditó la incidencia y minimizó el problema.

Regresó la Covid, pero ¿por qué Gatell nunca se fue? Desde el mes de noviembre de 2021, hace casi dos años, dimos puntual repuesta a esa pregunta:

«El juicio penal de Gatell será un proceso pendiente e improrrogable para la historia del tiempo presente, ocurrirá inevitablemente, tarde o temprano; y eso lo sabe perfectamente el Ejecutivo pues, al proteger la patética figura del “Dr. Muerte”, cuida también su retaguardia por el simple hecho de que durante la crisis sanitaria sólo el Jefe de Estado –López Obrador en este caso–, pudo ponerle un alto al propagandismo manifiesto de un funcionario que desafió las reglas más elementales de la bioética jugando con la vida de los mexicanos».

Dejemos a un lado la banalidad de su discurso, lo escandalosamente errado de sus proyecciones estadísticas, las más de 36 millones de dosis de la vacuna que fueron adquiridas, pero que nunca nadie encontró, su combate abierto al uso del cubrebocas o su absurda negativa a la inmunización artificial de los menores con o sin comorbilidades. Centrémonos en un hecho contingente: ¿quién de los presidenciables de Morena –Noroña no cuenta– podría incorporar en su sano juicio a López-Gatell a su gabinete extendido?

La negativa de Ebrard y las evasivas de Shienbaum o Adán Augusto no sólo confirman el principio del fin en la carrera del negligente homicida más peligroso en la historia de la función pública en México; también expone sin filtro el sangriento fracaso de la estrategia que cobró la vida de más de 700 mil mexicanos.

¿Cuántos de ellos aún seguirían con nosotros si Hugo López-Gatell hubiera tomado mejores decisiones? El hubiera no existe y los muertos tampoco.

Por Enrique Huerta