Morena se convirtió en el monstruo de mil cabezas. Un movimiento auténtico, espontáneo y consolidado alrededor de la imagen de Andrés Manuel López Obrador, adoptó en muy corto tiempo las prácticas antidemocráticas que instauraron priistas y luego panistas.
Dos derrotas consecutivas con tufos de fraude electoral –principalmente en 2012– despertaron un movimiento social sin precedente. Nunca un político opositor había llenado tantas veces la plaza de la Constitución en la Ciudad de México sin necesidad de financiar los acarreos.
Solo Andrés Manuel con su carisma, su estilo al hablar, su discurso antagónico, su figura de líder nato, popular, cercano y recorriendo el país como ningún otro político mexicano fue capaz de darle forma al enojo social. El surgimiento de Morena como partido político fue la ruta necesaria para entrar a la competencia electoral.
Morena, fue entonces, la marca que acompaña a Andrés Manuel. Todos los morenistas están en deuda con él, les hizo la campaña política en 2018 y llevó al triunfo a los políticos más impensables. Sin su manto protector, Morena no gobernaría más de medio país ni tendría el peso político en ayuntamientos y cámaras legislativas.
López Obrador es mejor estratega político que Presidente de México. Sabe ganar campañas, desinflar a la oposición y maquiavélicamente perseguir a sus adversarios políticos. El verbo de la mañanera –dirigido a su base electoral– lo mantiene con una popularidad envidiable (más del 50 por ciento).
Ningún otro presidente había destinado millones y millones de pesos a becas y pensiones de grupos vulnerables; un acto de justicia para muchos, pero calificado como vil populismo por muchos más.
Naturalmente el poder desgasta, pero Andrés Manuel ha sabido sortear hasta las aguas más turbulentas que han desbaratado el hipócrita discurso de austeridad: La casa de su hijo José Ramón en Houston, las ilegalidades financieras de su hermano Pío o el derroche económico en sus caprichos (Tren Maya, AIFA y Dos Bocas).
Ni hablar de las preocupaciones de miles de mexicanos a diario: la inseguridad galopante, los feminicidios, asesinatos de periodistas, la inflación al alza, el desabasto de medicinas, etc…
Pero el presidente también encuentra tiempo para moldear a Morena y construir las candidaturas para 2024; sin embargo, la incapacidad del partido para elegir libremente a sus representantes en el Consejo Nacional ya tuvo frutos este fin de semana.
El Comité Ejecutivo Nacional podrá excusar que el robo de papelería, destrucción de mobiliario electoral, quema de votos, enfrentamiento a golpes, entrega de despensas, uso de vehículos oficiales y acarreos fueron sembrados por los adversarios de Morena, pero no nos engañan, el daño fue de morenistas a morenistas.
Por eso abrí esta columna señalando que Morena es un monstruo de mil cabezas, atrapado en sus propios demonios en uno de los procesos internos más importantes de su historia. Lo que se ve no se juzga y el partido de López Obrador demostró que la democracia es altamente peligrosa para el rumbo del partido.
Breve acotación: dejando de lado la forma y revisando el fondo, aquí en Puebla el grupo político del gobernador Miguel Barbosa llevará mano en la designación de candidatos. Los grandes perdedores: Claudia Rivera, Ignacio Mier y Rodrigo Abdala tendrán que conformarse con las migajas y resignarse con las derrotas venideras.
Por Patricia Estrada