443 años después

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Foto: Especial

Tuvieron que pasar 443 años de historia universitaria para que una mujer presidiera el Consejo Universitario, máximo órgano de gobierno de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Enhorabuena, la espera concluyó en la persona de la Dra. María Lilia Cedillo.

Atrás han quedado los días de la Universidad contestataria de los años 70 y 80, de la institución de educación superior que era famosa no precisamente por la calidad de sus posgrados —que casi ni había— sino porque “tumbaba gobernadores”; hoy, en cambio, la BUAP se ha convertido en una comunidad plural, abierta, una casa de cristal donde caben todas las voces, todas las críticas, y todas las protestas que sean necesarias siempre que la causa sea justa.

Afortunadamente en Puebla hoy sería impensable la universidad pública del dispendio y del exceso —y del enriquecimiento presuntamente ilícito— que hizo célebre Enrique Agüera, de igual modo sería inconcebible que un rector, como en su momento se atrevió Enrique Doger, usara la estructura universitaria como llave de acceso a sus aspiraciones políticas y sueños de grandeza; inimaginable también hoy resultarían la opacidad y la sospecha que ocasionaron hasta una revisión por parte de la Auditoría Superior del Estado durante los manejos presupuestales y presuntos desvíos de recursos de Alfonso Esparza.

La BUAP, como institución y como comunidad, ya no es rehén de ninguna agenda oculta y de ninguna soberbia. La universidad pública de nuestra entidad hoy es lo que siempre debió haber sido: un detonante de desarrollo inconmensurable y, en consecuencia, un bien público al servicio de los estudiantes y de la comunidad en general.

Bastaría con seguirle el paso a la doctora Lilia Cedillo en sus redes sociales como para darse cuenta que lo que dijo en su Primer Informe de Labores ante la comunidad universitaria es parte de una realidad que se constata todos los días en Medicina, en Ciudad Universitaria, en las preparatorias y por supuesto en los Campus Regionales: “Este primer año de gestión se caracteriza por mantener un diálogo permanente, por el cuidado de la salud y de la integridad de las y los universitarios”. Y efectivamente, nadie que en los últimos 12 meses haya usado una lobobici o un lobobús en Ciudad Universitaria me dejará mentir que, para hablar con la rectora Cedillo, lo único que tiene que hacer cualquier docente, administrativo o estudiante es cerrarle el paso en sus caminatas por Ciudad Universitaria y esperar su turno pues, gratamente, atiende y habla con todos sin distingo de nadie.

Y aunque la calidez y la cercanía con la comunidad se han cultivado con especial afecto durante el último año; eso no es lo único que marcha bien en la BUAP: los indicadores de calidad docente están en su mejor momento desde que existen estadísticas en este rubro: “Estamos —aseguró la rectora en su informe— por encima de la media nacional de docentes de tiempo completo con posgrado y con reconocimiento de Perfil Deseable PRODEP”. Si a esto le sumamos las mejoras al Sistema de Transporte Universitario a través de la compra de nuevas unidades para completar nuevas rutas, junto con la inversión en protocolos sanitarios y la extrema cautela para evitar que Ciudad Universitaria, en los momentos más crudos de la pandemia, se volviera un foco de contagios, junto con los apoyos institucionales y económicos a los estudiantes que, a causa del Covid-19, quedaron en desprotección; estamos hablando en su conjunto de una política pública que sitúa a los alumnos en el corazón de la universidad pública. Enhorabuena, Dra. Lilia Cedillo.

Por Redacción
Editor: Iván Betancourt

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