Preocupa posible fuga del hombre que asesinó a Adriana frente a su hija

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Gildardo "N" asesinó a Adriana en 1997

Adriana Carreón Santos fue asesinada frente a su hija de apenas 5 años de edad por su pareja Gildardo N. en 1997 en Cuautlancingo, quien huyó y fue detenido 28 años después, pero un secretario en funciones de juez, le otorgó prisión domiciliaria, a pesar del alto peligro de que vuelva a fugarse.

La familia de Adriana llevaba casi 30 años sin justicia, hasta que en 2025 agentes de investigación los localizaron para notificarles que Gildardo había sido detenido en Veracruz y trasladado a Puebla.

De acuerdo con la carpeta de investigación 367/1997, el expediente había sido reabierto durante pandemia y la Fiscalía General del Estado inició su búsqueda con varias órdenes de aprehensión que no pudieron concretar hasta este año, aunque había sido localizado desde 2024.

“Han pasado 28 años y ha sido algo muy difícil, ahorita con este revuelo, pensábamos que quizás ya estaba muerto”, relata María Fernanda, una de las sobrinas de Adriana.

María Fernanda asegura que en cuanto vieron a Gildardo lo reconocieron, ya que consideraron que se veía igual antes de asesinar a su tía, sin saber cómo había sobrevivido tantos años huyendo de la justicia ni a qué se ha dedicado en estos últimos años.

Sin embargo, tras iniciar el proceso legal, se percataron que cuenta con los recursos suficientes para contratar a un “buen” despacho de abogados, y ahí inició un nuevo capítulo de la pesadilla para la familia de Adriana.

Desde la primera audiencia para el cambio de medidas cautelares, la familia notó que el secretario de acuerdos le dio un trato muy cordial al detenido, el cual no era similar para ellos como víctimas.

Aunque era periodo vacacional, en un juzgado vacío, sin juez ni secretarios y un espacio que no era una sala de audiencia fueron citados un viernes 1 de agosto, al no haber condiciones la audiencia fue reprogramada al día siguiente, pero en manos del secretario en funciones de juez César Omar Herrera Zárate.

Sin contemplaciones, acusa la familia, y con un dictamen de Maricela Betancourt como evaluadora y supervisora de Riesgos Procesales del Estado de Puebla, donde se indica que se recomienda mantenerlo en prisión por sus altos niveles de peligrosidad, Herrera Zárate modificó la medida a prisión domiciliaria en una vivienda en Momoxpan, San Pedro Cholula, y firma periódica cada lunes.

Aunque tiene 75 años de edad, la familia de Adriana exigió que permanezca encarcelado, aunque sea en la prisión de adultos mayores, ya que aunque su defensa dijo que estaba enfermo, nunca presentó pruebas de su condición médica, por lo cual temen que sea una estrategia para que pueda huir de nuevo.

“Pedimos a los jueces que se comprometan del lado de la justicia, estamos viendo esta reforma judicial, no la entiendes hasta que las vives, tantas cosas injustas, es cuando entiendas la importancia de cambiar estos jueces tan inservibles, pedimos que se haga justicia de la manera que sea, no por corrupción”, sostuvo.

¿Quién era Adriana?

Adriana, originaria de Izúcar de Matamoros, era una mujer de 27 años de edad, quien había truncado sus estudios de psicología para dedicarse a su hija y a su relación con Gildardo que inició cuando ella era menor de edad y le llevaba casi 20 años de diferencia.

Al morir su madre y su padre viajaba mucho, prácticamente se quedó sola, lo que a consideración de su familia Gildardo aprovechó para convencerla de vivir con él.

Sin embargo, la vida en pareja de Adriana era de violencia económica, el alcoholismo de Gildardo y la violencia física hacia ella, sin embargo, ella conservó la relación para que su hija no creciera sin la figura paterna.

Su hija, ahora una mujer de 33 años, acogida por sus tías y primas, todavía vive con los estragos de haber presenciado cómo su padre asesinó a su mamá.

“Ella era una persona que adoraba a sus sobrinos, nos defendía de injusticias, estudiaba psicología, ese sujeto empezó a meterse y truncó sus sueños, y dejó de estudiar, y ya que vivía con él, la oíamos que no le daba dinero, era violento y alcohólico. Lo que más le preocupa era que su hija no creciera con esa figura paterna, era muy religiosa y ama de su casa”, recuerda su sobrina a casi tres décadas de distancia de su asesinato.

Editor: Renato León

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