Nadie en el círculo rojo y mucho menos en Morena, se dieron por sorprendidos; el resultado estaba premeditado y aquí mismo, en ContraRéplica Puebla, “lo cantamos” desde el pasado 18 de agosto:
“Podría decirse con todas sus letras, las fuerzas vivas de la militancia ya tienen presidenta del Comité Ejecutivo Estatal de Morena. Pero existe aún un pequeño inconveniente que se resolverá irremediablemente: ¿la cúpula nacional del partido, encabezada por Mario Delgado y compañía, replicarán la voz de la militancia local en Puebla? Estamos a unas horas de descubrirlo”.
El “descubrimiento” fue favorable para el grueso de la militancia pues, “las fuerzas vivas del partido” –como decían los priistas de antaño–, se impusieron sobre grupúsculos tan podridos como palaciegos.
No deja de ser interesante la ecuación política que reprodujeron la mayoría de los consejeros electos de Regeneración Nacional: Olga Lucía Romero Garci-Crespo en la presidencia del Comité Ejecutivo Estatal (CEE) del instituto político, un cuadro inconfundiblemente barbosista; Agustín Guerrero Castillo ocupando la secretaría General, un añejo fan de López Obrador que en la práctica se convierte en el único guiño entre la coalición dominante y los aliados del estrabismo de Mario Delgado en Puebla; pasando por la incondicional de Casa Aguayo, Karina Pérez Popoca, ex presidenta municipal de San Andrés Cholula, al frente de la secretaría de Mujeres; personajes acompañados por las posiciones de José Antonio Mota, un joven militante perredista convertido en su cuarto piso a la doctrina de la cuarta transformación, al frente de la secretaría de Finanzas; así como Eva Laila Martínez Gallegos, cuadro operativo de Teziutlán en el seno de la secretaría de Organización –movilización y acarreo, para decirlo con mayor precisión–.
Bastaría con analizar la trayectoria, cercanías y deudas políticas de semejantes figuras para hacer explícita una obviedad que no se puede ocultar: las nuevas carteras de Morena en Puebla son rabiosamente anti-Rivera Vivanco, anti-Mier Velazco y anti-Abdala Dartigues. ¿Cómo será posible entonces “una operación cicatriz” en un partido que literalmente tiene una esquina rota? Esa es la tarea más importante que enfrenta la presidencia de Romero Garci Crespo que, más pronto de lo esperado, se dará cuenta que la complejidad de las negociaciones al interior del partido predominante trasciende cualquier dificultad que pueda enfrentarse en Tehuacán.
Nos encontramos ante el reto más importante en la cortísima –pero significativa- trayectoria política de una mujer que hoy preside una plaza, no sólo asediada por el avance electoral de la oposición –gobernando los ayuntamientos de la zona metropolitana del estado–, sino presa de una carrera contra reloj de una sucesión anticipada donde la 4T se confirmará, gracias a favor de los sufragios en los comicios del 2024, como un proyecto político de largo alcance que trasciende la figura de López Obrador o como la calentura electoral de un momento coyuntural.
Cualquiera que sea el resultado, el electorado tendrá el sartén por el mango y Morena, ante su inevitable cita con la historia, en Puebla y en el resto del país deberá aceitar sus engranes para enfrentar, con una férrea movilización clientelar, una asonada espontánea de la clase media motivada por la indignación a causa de la contracción de su ingreso per cápita.
La madre de todas las batallas está a la vuelta de la equina y el equipo de Romero Garci Crespo es sólo un engrane de 32 en esa justa por la continuidad nacional del proyecto lopezobradorista de nación. Vamos sacando las palomitas porque el final será de película.
Por Enrique Huerta