Dos marchas con objetivos diferentes y actores políticos distintos en el corazón de la Ciudad de México para demostrar que ambos bandos tienen sus razones para celebrar, criticar, defender, exhibir, continuar o cambiar.
En el país de los AMLOS y malos, están los que marchan con chalecos liberales, pero viven con ideas conservadoras y, los conservadores que intentan camuflarse como liberales, de los que pegan con tuitazos y ofenden con verdades, de los que jamás fueron fifís pero tampoco serán chairos.
Pero ni la religión o el fútbol habían sido tan poderosos en los últimos cuatro años para distanciar hermanos o amigos al hablar de política. Y ahora en la sobremesa, las marchas –siempre entendidas como demostración de fuerza– son el centro de nuevas discusiones.
Ayer, el presidente Andrés Manuel López Obrador, arropado por el tsunami de Morena, sus aliados políticos y ciudadanos marcharon convencidos de los buenos resultados, en defensa de la transformación y la ruta de la continuidad.
Hace 15 días, una parte de la sociedad organizada marchaba en contra de la Reforma Electoral que planteaba cambios a la Constitución, pero que se volvió inviable para el régimen de la 4T, echando por la borda, el plan A y B.
Y en el país de las marchas vale la pena preguntar…
¿Quién se habrá visto más fuerte?
¿Quién quedó expuesto como el más débil?
¿Hay exclusividad para marchar hacia un lado o hacia el otro?
¿Y la persona rica, pobre o clase media que no marcha es pueblo bueno o pueblo malo?
¿Acarreo es sinónimo de libre participación?
Por: Patricia Estrada
Editor: Iván Betancourt
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