
Después de analizar el comportamiento de más de veinte especies en África, Asia, Oceanía y Europa, los científicos han identificado un llamado de alerta casi idéntico que emiten aves hospedantes al detectar parásitos de cría, como cucos y cuclillos, cerca de sus nidos. Este quejido breve y agudo aparece de forma convergente en regiones separadas por miles de kilómetros, y constituye el primer caso documentado de una vocalización animal con componentes innatos y aprendidos que surge de manera independiente en varios continentes.
Cuando un ave percibe la amenaza de un parásito depositando huevos en su nido, lanza este gimoteo que alerta tanto a su pareja como a otras crías hospedantes en las cercanías. A pesar de no existir contacto directo entre esas poblaciones, las aves aprenden a reproducir el mismo sonido al escucharlo, lo que sugiere la presencia de un mecanismo de transmisión social que refuerza la supervivencia de la especie.
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El proceso de transmisión social comienza con una respuesta instintiva: la cría hospedante reacciona al primer llamado y, en ese intervalo de alarma, asimila las señales acústicas necesarias para emitirlo por sí misma en futuras ocasiones. De esta manera, la vocalización combina el instinto genético con el aprendizaje individual, creando un sistema de comunicación intermedio entre un reflejo innato y un lenguaje basado en la experiencia.
Más allá de su importancia teórica, el quejido global tiene un impacto práctico en la ecología: al coordinar defensas conjuntas, las aves hospedantes optimizan sus estrategias de vigilancia y porcentaje de éxito al expulsar a los parásitos. Este llamado universal no solo protege a las crías, sino que también promueve la cooperación entre especies distantes, mostrando cómo redes de parasitismo dinámicas pueden moldear el comportamiento social a escala planetaria.

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