Partidos que están partidos

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Foto: Especial

Los partidos políticos, contrario a lo que la mayoría de la gente supondría, no tienen por objeto alcanzar el poder sino mantener la unidad de la estructura organizativa.

Una fracción política perdiendo puede salir ganando, no obstante, sin unidad interna, y esto quiere decir sin disciplina de la militancia con respecto a las decisiones tomadas por las dirigencias, el aparato partidista está imposibilitado para capitaliza un triunfo en las urnas o las condiciones de una eventual derrota.

Desde luego “los demonios andan sueltos” en todos lo institutos políticos, y el rebumbio por una sucesión presidencial anticipada no contribuye en ninguna medida a calmar los ánimos de una militancia francamente alborotada hasta en los cuadros de los partidos más institucionalizados.

Mientras a nivel nacional existe una gran tensión generada por la incertidumbre que provoca una extrema competencia entre las precandidaturas presidenciales de Morena y de la oposición; en Puebla, en cambio, esa tensión se genera exactamente por lo contrario, es decir por la sobrada certeza que rodea a las principales figuras que cada instituto político elevará a rango de candidatos a la gubernatura del estado.

En consecuencia, no importa cuántas veces Eduardo Rivera tenga que decir ante los reflectores “que hay alcalde para rato” y “que está concentrado” en el encargo de gobernar la capital de los poblanos; la percepción dentro y fuera de Acción Nacional es que tiene la candidatura a la gubernatura en el bolsillo.

¿Acaso alguien en su sano juicio cree, dentro y fuera del PAN, en la viabilidad del proyecto de Genoveva Huerta o de cualquier otro de los interesados? Ni siquiera Marko Cortés desde la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional, recordando el destape simulado que protagonizó en su última visita a Puebla, ha tomado en serio la competitividad del resto de los panistas que han osado levantar la mano en la carrera por el control de Casa Aguayo.

Y esto lo sabe perfectamente la militancia en resistencia de Acción Nacional. No es obra de la casualidad que la diputada Genoveva Huerta, que ya tiene un largo expediente de agravios hechizos y probadas inconformidades, haya desconocido la reelección del presidente del Comité Directivo Municipal del PAN, Jesús Zaldívar. Y que el propio Eduardo Rivera, incluso antes que Augusta Díaz de Rivera, llame, en el marco de la renovación de la dirigencia “a darle vuelta a la página” a propios y extraños.

¿A qué se debe el llamado de urgencia por la unidad? El presidente municipal de Puebla mejor que nadie sabe que una alianza multipartidista de poco le sirve con un PAN partido; nadie quiere en el blanquiazul una muestra espejo de lo que será Morena en unos meses cuando Ricardo Monreal haga lo propio y Alejandro Armenta tenga que tomar decisiones interesantes para su instituto político.

Pero mientras todo eso sucede, en el PAN —a diferencia de Morena que a tres meses de los destapes tuvieron que echar mano del carisma del doctor José Antonio Martínez García—, tienen la mesa puesta para negociar los términos de su unidad a pesar de los innumerables gimoteos que acumula la persona de Huerta Villegas pues, con la renovación pacífica de 107 Comités Directivos Municipales están seguros, en voz de su secretario general Marcos Castro que “van a recuperar la gubernatura del estado en 2024”.

Si eso algún día se convierte en realidad, para nadie sería un secreto que llegaría a Casa Aguayo un PAN radicalmente diferente —casi digo adversario— al que de hecho gobernaba en tiempos de Moreno Valle. Suerte y unidad para el PAN y para todos los demás, que la van a necesitar.

Por Enrique Huerta
Editor: Iván Betancourt

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