Es momento de volver a lo publicado el 24 de noviembre de 2021 en mi columna titulada “El Juicio de Gatell”. Por aquellos días compartía con usted lo que sigue:
«Más allá de “los conservadores”, “los reaccionarios”, “los medios que perdieron sus privilegios” y el resto del elenco imaginario que cada mañana hacen un round de sombra en Palacio Nacional; la comunidad científica de este país, a lo largo de veintiún meses de pandemia, ha externado su preocupación en repetidas ocasiones por el exceso de mortalidad asociado a Covid-19 que ya suman más de 600 mil decesos lamentables.
¿Cuántas lápidas eran inevitables? Y más aún, ¿cuántas vidas se hubieran salvado con mejores decisiones en el marco de una estrategia que no fuera señalada, con exceso de pruebas, como negligente o abiertamente criminal?»
Han pasado casi tres años desde entonces, y finalmente tenemos las ansiadas respuestas de aquellas preguntas: «si México hubiera tenido un desempeño apenas promedio en la gestión de la emergencia sanitaria, se pudieron evitar alrededor de 300 mil muertes», concluyó el informe final de la Comisión Independiente de Investigación sobre la Pandemia de Covid-19 en México.
La cifra es desgarradora pues por primera vez, con investigaciones científicamente sólidas, hemos llegado a la terrorífica conclusión que en México pudieron evitarse casi 4 de cada 10 decesos, de los más de 800 mil que se registraron a causa de la Covid-19. Pero, ¿cómo fue que este país alcanzó la más grande catástrofe sanitaria de su historia? El Informe es contundente: la subestimación del virus, la excesiva centralización y personalización de las decisiones, así como la política de austeridad republicana dejó al gobierno sin recursos técnicos y humanos suficientes en materia de salud pública pues, en su conjunto, se trató de políticas homicidas que dejaron una profunda huella en los cementerios de México. En consecuencia, y de regreso a la misma columna:
«El juicio penal de Gatell será un proceso pendiente e improrrogable para la historia del tiempo presente, ocurrirá inevitablemente, tarde o temprano; y eso lo sabe perfectamente el Ejecutivo pues, al proteger la patética figura del ‘Dr. Muerte’, cuida también su retaguardia por el simple hecho de que durante la crisis sanitaria sólo el Jefe de Estado –López Obrador en este caso– pudo ponerle un alto al propagandismo manifiesto de un funcionario que desafió las reglas más elementales de la bioética jugando con la vida de los mexicanos».
«Dejemos a un lado la banalidad de su discurso, lo escandalosamente errado de sus proyecciones estadísticas, las más de 36 millones de dosis de la vacuna que fueron adquiridas, pero que nadie encuentra, su combate abierto al uso del cubrebocas o su absurda negativa a la vacunación de los menores con o sin comorbilidades; frente a la idiotez de la autocracia, nada mejor que la tiranía de la tecnocracia: la cifra de trabajadores de la salud fallecidos por Covid-19 en México supera en más del 140 por ciento la incidencia registrada en Estados Unidos, el país más afectado por la pandemia a nivel internacional; si lo colocamos en perspectiva la proporción es escalofriante: en México se ha registrado un deceso por cada 59 infectados mientras que en EUA la proporción equivale a un fallecimiento por cada 304 trabajadores contagiados –datos del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de EUA, con corte a julio 2021–».
Así que mientras ocurre el juicio de Gatell, que a usted no se le olvide que el próximo 2 de junio está en juego la continuidad de un gobierno homicida.