Arcana inflacionario

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En mi columna de ContraRéplica Puebla, publicada el pasado 11 de enero, en el marco de la tensión por el ascenso de casos positivos a causa de la variante ómicron que contrastaba con la serenidad de Palacio Nacional que, por aquellos días, aseveraba que la escalada inflacionaria era “una distorsión transitoria”; un servidor, con la precisión acostumbrada, le adelantaba la siguiente proyección:

“Si la realidad de las próximas semanas confirma que la letalidad de la nueva variante que azota el mundo no se verá reflejada en los hospitales, sino en la reactivación económica, en el marco de una accidentada recuperación de fuentes de empleo, una cuesta de enero complicada como ninguna otra en los últimos 20 años, y una inflación superior al 7.36 por ciento que, para colmo de males, se trata de la quinta cifra más alta registrada a nivel internacional. Bajo este terrible escenario, ¿qué pueden hacer los gobiernos para proteger la economía de los ciudadanos del inminente colapso productivo? Lo que sea que hagan terminará golpeando nuestra cartera”.

La inflación actualizada, según Banco de México, ronda el 7.72 por ciento y amenaza con llegar a los dos dígitos a finales de 2022; todo dependerá de las políticas compensatorias que implemente la 4T durante el segundo semestre de 2022. Desafortunadamente el margen de maniobra presupuestal del gobierno ya es muy estrecho, y el control de precios no es una opción viable para el sistema; lo único seguro sobre el firmamento es que el sexenio de López Obrador cerrará con -al menos- 60 millones de mexicanos inmersos en una pobreza abyecta por definición.

Desde luego hablamos de electores susceptibles a un alto condicionamiento de programas sociales; quizá por lo mismo algunos estudios demoscópicos adelantan, con una sonrisa en el rostro, la tremenda “paliza” que le dará Morena a la oposición en 2024 aunque, para ser sinceros, el resultado bien podría ser el contrario.

Sea como fuere, lo único firme sobre la mesa es que durante los próximos 18 meses la inflación no cederá por decreto, y mucho menos lo hará por la buena voluntad del capital financiero.

Esta semana la opinión pública esperaba que se presentara en La Mañanera del presidente López Obrador un programa desinflacionario de bases sólidas y de largo alcance; no un acuerdo de débil sustento entre la burguesía nacional para “amarrar” precisos de la canasta básica entre las complicidades y sonrisas de aquellos que, al menos ayer, les fue conveniente ser parte del montaje del momento. Y, sin embargo, démosle el beneficio de la duda a la maroma económica; la última recta del segundo trimestre de 2022 está a la vuelta de la esquina y para entonces, todas nuestras carteras sabrán de qué está hecho el compromiso de las cámaras empresariales con los más necesitados. Tiempo, al tiempo.

Por Enrique Huerta