Marcelo rompió el silencio. La veda electoral interna aplicable a los presidenciales, sus equipos y hasta sus jefes de campaña se limitaba a no llamar al voto ni difundir encuestas durante la semana del levantamiento demoscópico que definirá el candidato presidencial de Morena.
¿Con qué calidad moral podría ahora el ex canciller de México denunciar las presuntas desviaciones de recursos públicos hacia la campaña de la señora Sheinbaum si, él mismo como compañero de contienda, no es capaz de respetar las reglas del juego interno?
Desde luego la rebeldía de Marcelo es un síntoma de su frustración interna. En mi columna titulada “El juego de las corcholatas”, publicada el 5 de julio de 2022, adelantábamos una proyección que hoy prácticamente ya es noticia:
«Marcelo Ebrard tampoco será coronado con ramas de olivo el próximo año. Al menos no en Morena; no sólo porque lleva a cuestas el escándalo de corrupción de la Línea 12 del Metro, sino porque tiene “una cara de tecnócrata” que no se la aguanta: ¿se imagina usted a Ebrard con guayabera, entre collares de flores, intentando convencer al electorado de Macuspana o Ixcamilpa? Nunca en la historia de América Latina un régimen populista ha confiado su porvenir en un hombre tan lejano a su ideología e intereses. Y por si fuera poco “el carnal Marcelo” como presidente no será un hombre tan manipulable como hasta ahora lo ha sido como canciller; Andrés Manuel lo sabe de sobra, y si en verdad desea perpetuarse como “el Jefe Máximo” de la 4T, Ebrard representa un verdadero obstáculo en ese objetivo. ¿Estará dispuesto a romper con López Obrador en cuanto Morena no lo favorezca con la candidatura presidencial? No tendrá una mejor salida».
Desde luego la realidad superó la ficción. Tristemente Marcelo nunca visitó Ixcamilpa ni Macuspana, pero siguiendo el ejemplo de Luis Echeverría, se enfundó en guayaberas y collares de flores amarillas. Nunca llegó a conmover ni convencer a la base dura del electorado morenista, pero tampoco se desplomó, y siempre se mantuvo como el número dos de la contienda interna.
«No obstante las encuestas, para “el gran elector” de Morena, son un simple referente. La elección interna de la candidatura presidencial será una decisión colegiada, es decir compartida con los gobernadores de los 22 estados donde el partido de López Obrador gobierna. Y aquí, sin duda, la desventaja de Marcelo es descomunal: me sobran los dedos de una sola mano si enumero a los mandatarios estatales que lo apoyan abiertamente. Complicado y rijoso será el verano que le espera al canciller».
Eso último lo publiqué el pasado 8 de junio, en “El verano del canciller”, y hoy la tendencia es clara: Ebrard no romperá la próxima semana, será cauteloso y esperará hasta que Morena registre a Sheinbaum como precandidata oficial y, sin embargo, las decisiones que tome como “corcholata vencida” lo llevarán al clímax o el fin de sus carrera política.
Por Enrique Huerta