¿Cuál es la estrategia que mantiene Morena para consolidar la 4T el próximo 2024? Difundir la idea ficcional de un triunfo anticipado que haga creíble que, efectivamente, estamos frente a una elección de Estado, y que la oposición no tiene oportunidad de recuperar la presidencia de México.
La apuesta es sencilla –Joseph Goebbels ya sonríe desde el pedazo de infierno donde se encuentra- pues, en la medida en que el electorado libre –quiero decir no condicionado por los apoyos sociales– considere certera esa narrativa, optará por la nulidad o la abstención de su sufragio, convirtiendo el imaginario morenista en una realidad contundente para propios y adversarios.
Seamos enfáticos con esto: el triunfo de Morena en 2024 no se deberá a la fidelidad de los votos lopezobradoristas, sino a la indiferencia en las urnas de una clase media tan indignada como precarizada durante el sexenio de la transformación.
Y esa indiferencia se está alimentando sigilosamente a través de la estadística inferencial y la propaganda gubernamental, implementadas como tecnologías de manipulación electoral. Basándonos en los estudios demoscópicos hasta el momento disponibles: ¿quién, en su sano juicio, hoy podría negar que Claudia Sheinbaum y Alejandro Armenta tienen una sobrada ventaja sobre Xóchitl Gálvez y Eduardo Rivera, respectivamente? Desde luego lo que callan las casas encuestadoras es que después de una descarada campaña anticipada, los candidatos punteros han llegado a su tope máximo de intención del voto, a sólo seis meses de la elección de junio próximo.
Si el Frente Amplio por México, con la misma eficacia con la que Morena ha difundido en amplios sectores sociales un triunfo electoral anticipado, logra restaurar la incertidumbre sobre el resultado –y de paso, desenmascarar a Movimiento Ciudadano como aliado en vez de adversario morenista–, la 4T pasará a los libros de historia como el fallido experimento de un sexenio.
No es producto de la causalidad la frase con la que decidí abrir esta columna. La fortaleza de Eduardo Rivera en Puebla no sólo está en que su partido gobierna los municipios de la zona metropolitana, sino que efectivamente el presidente municipal es de los pocos políticos que puede decir que derrotó a Morena, arrebatándole a Claudia Rivera Palacio Municipal como quien le quita un dulce a un niño.
La oposición en Puebla no tiene que restaurar ninguna incertidumbre, pues esta es tan real que Rivera puede convertirse en el sepulturero de la carrera política de Armenta, o viceversa. La moneda está en el aire, así que haga usted sus apuestas.
Por Enrique Huerta