Esos pactos no son buenos tratos

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En un sistema tan presidencialista como el mexicano, en el marco de unos comicios tan polarizados como los que actualmente transcurren: los aparatos partidistas –en mayor o menor medida- han colocado los pactos, producto de tratos utilitarios, por encima de los electores que cada coalición beneficiada con el reparto de candidaturas realmente posee.

En este país las elecciones concurrentes suponen una cadena de eslabones forjados por los ramales del federalismo mexicano, lo que quiere decir que las candidaturas a la presidencia municipal de Venustiano Carranza o de Ixcamilpa son tan importantes para Morena como las de Teziutlán y Tehuacán para Acción Nacional. Siempre y cuando ambas fuerzas, en dichos espacios, quieran garantizar un triunfo contundente que –por los buenos oficios de la movilización electoral– se traduzca en un voto duro para sus candidatos a la gubernatura del estado.

Bajo ese entendido, tanto la 4T como la alianza opositora debieron haber beneficiado exclusivamente a cuadros con las redes electorales más extensas, cautivas y disciplinadas. El problema está en que esas estructuras, para la mala fortuna de Morena en Puebla, no necesariamente aparece en las encuestas; de lo contrario no andarían aceptando a tanto prófugo “prianista” entre sus filas.

Parece que el partido de López Obrador no aprendió la lección del 2021 donde mejores redes de movilización les arrebataron los municipios de la zona metropolitana. Bastaría con revisar los tratos que hicieron, a nivel de distritos federales en Puebla, para darnos una idea de la dificultad que Morena va a enfrentar para movilizar su voto cautivo el primer domingo de junio próximo.

Hablemos en concreto: ¿votarán ciegamente los ciudadanos afines a Morena por la señora Claudia Rivera por el sólo hecho de que Claudia Sheinbaum y Alejandro Armenta también están en la contienda? ¿Confiarán en un perfil que carece de experiencia legislativa y que jamás ha vivido, o siquiera residido en el 7º Distrito Federal con cabecera en Tepeaca?

O hablemos de Karina Pérez Popoca que en 2021 no pudo afianzar su reelección en San Andrés Cholula, pero que tres años después se lanza en una aventura frenética por el control del mismo sitio, el 10º Distrito. O mejor aún, revisemos el caso de Eduardo Castillo López que “como El Borras” va por el 14º Distrito, con cabecera en Izúcar de Matamoros, cuando su base electoral está hasta Acatlán de Osorio.

Quizá sea pedirles demasiado a los flamantes candidatos que en este proceso saltan de una diputación local a otra federal, pero ¿sabrán estos señores que las fronteras entre ambos niveles de representación no sólo no coinciden, sino que para el caso de los distritos federales –a diferencia de los estatales– carecen de distorsión alguna? Están a punto de competir con redes clientelares que están fuera de sus fronteras distritales de alcance, y ellos “tan frescos como una lechuga”. ¿O terminarán por colgarse del encanto de Claudia Sheinbaum y Alejandro Armenta para llegar a San Lázaro en 2024? ¿Qué no debería ser al revés? En fin, esos pactos no son buenos tratos.

Por Enrique Huerta