El bastón del regaño

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«Hay compañeros, compañeras fundadores de Morena que son fundadores, pero que no ganan una encuesta. Y hay otros compañeros que se acercaron hace seis años, hace tres y que sí ganan una encuesta. ¿Y por qué las encuestas? Porque hay que confiar en el pueblo, porque no puede ser que confiemos en el pueblo hasta que la encuesta nos favorezcan»
Claudia Sheinbaum

Quizá no le habrán confiado a la candidata presidencial de Morena “el bastón de mando” –de otro modo, muchos perfiles anti-claudistas no habrían llegado a las boletas de la coalición ‘Sigamos haciendo Historia’, como Clara Brugada por ejemplo–. Pero definitivamente la doctora Sheinbaum posee “el bastón del regaño”.

Aunque en su visita a Puebla los ánimos no se crisparon, como en otras plazas morenistas, y la candidata no tuvo la necesidad –como en Morelos– de tener que gritar: “respeto y unidad, compañeros”; la tensión fue notoria para propios y extraños. En su visita a Tehuacán, flanqueada por Ignacio Mier y la viuda del ex gobernador Miguel Barbosa, la futura presidenta de este país –según todas las encuestas– tuvo que alejarse de sus gustadas imitaciones de AMLO y de sus habituales clases de termodinámica –que tanto disfruta compartir en su podcast– para, por primera vez, impartir cátedra de teoría política a sus correligionarios.

En esta columna, mucho antes que Claudia Sheinbaum, desde el 20 de febrero pasado adelantábamos las notas de la clase de este fin de semana:

«¿Qué les espera a los impolutos fundadores de Morena? No mucho en realidad, pero al menos aprendieron una dura lección: el hecho de que hayan creado un partido no convierte al mismo en una extensión de su patrimonio familiar. El sistema democrático es un sistema de competitividad, no es una estructura de castas ideológicas, y mucho menos una red de amagos parentales; lo que quiere decir que no importa de dónde viene un personaje, sino hasta donde puede llegar el partido con la marca personal de un solo hombre».

La lección de Sheinbaum no sólo confirma el pragmatismo de Morena, también una verdad difícil de asimilar para el lopezobradorismo más ortodoxo: la 4T fue incapaz de derrotar moralmente a la oposición, pues al día de hoy se sigue nutriendo de los cuadros y perfiles del oficialismo de los sexenios anteriores.

De otro modo, ¿cómo explicaríamos que en las gubernaturas que están en juego, el primer domingo de junio próximo –y desafortunadamente Puebla no es la excepción–, los candidatos de Morena hayan encontrado alianzas fructíferas con los desechos más arcaicos del prianismo del pasado?

Que siga la corrupción de la transformación, entonces, que siga por la eterna levedad de un electorado precarizado.