México está a unas horas de superar la barrera de los 50 mil casos positivos por jornada infecciosa y, desafortunadamente, esa cifra todavía no será el pico más alto de contagios de toda la pandemia.
En tan sólo 28 días este país ha acumulado 419 mil 167 pruebas confirmadas y 3 mil 766 decesos asociados a Covid-19;“la improbable” saturación del sistema hospitalario empieza a ser una realidad contrastable en regiones concretas en todas las entidades; mientras que las eternas filas en las inmediaciones de laboratorios públicos y privados para conseguir resultados intercambiables por incapacidades laborales coexisten, en una borrachera sanitaria sin precedentes, con el tumulto y el mitote en los centros de vacunación motivados por la esperanza de la inmunización artificial a través de una dosis de refuerzo para el personal de la salud, la educación y los grupos etarios más vulnerables.
El responsable confeso de todo este desgarriate es “un covidcito” que dejó quieto por una semana a quien así lo bautizó, al grado de tener que dejar encargado “el circo de cuatro pistas” de La Mañanera, a pesar de contar con esquema completo de vacunación y dosis de refuerzo incluida; no quiero imaginarme lo que haría esta “inofensiva variante” a un ciudadano anti-vacunas que se niega a portar el cubrebocas y que sigue creyendo, amén de su primaria trunca, en la sarta de estupideces que circulan en las redes sociales predispuestas a alimentar los prejuicios de quien, en razón de su egoísmo, padece de una enfermedad incurable: falta de empatía.
Y sin embargo, toda ocurrencia por más descabellada que esta sea, se apoya en un fragmento de la realidad.
¿Cómo explicarle a este hipotético amigo retrógrada que, a pesar de cifras tan escandalosas, los gobiernos no toman medidas de excepción,no precisamente porque el riesgo sanitario sea menor o esté controlado -dando una perversa sensación de normalidad en todos los espacios productivos-, sino porque ningún Estado en la era global puede resistirse al imperio de la circulación del capital sobre la autoridad de la ciencia? Para nadie es un secreto que cada paso de la reactivación económica en el mundo ha sido solventado con la moneda del contagio y de la muerte y, para colmo de males México se ha llevado una de las peores partes: la quinta inflación más alta del planeta que, combinada con tasas de crecimiento prácticamente nulas, moverá a otros dos millones a diversos indicadores de pobreza –a este paso el sexenio cerrará con casi 60 millones, según proyecciones- dependientes de las migajas del presupuesto que autocráticamente controla Palacio Nacional y que eufemísticamente la 4T le llama “políticas de bienestar”.
Quizá por todo eso sea loable que el único espacio “productivo” que en México se ha resistido a costear el espejismo de su normalidad con la moneda de la muerte y el contagio sea la Universidad Pública. Enhorabuena por la cautela de la BUAP: en definitiva,la máxima casa de estudios del Estado de Puebla está decidida en no convertir Ciudad Universitaria en Ciudad de Covid.
Por Enrique Huerta