“Eso quisieran…”
Adán Augusto López
Por tercer ocasión el presidente López Obrador dio positivo a Covid-19. No obstante, hoy la secrecía es parte de la jugada: al momento de escribir esta columna no hay ningún parte médico disponible a la opinión pública, se espera que esa información se dé a conocer la mañana de este martes; por el momento sólo existe la palabra del titular de la Segob sobre la realidad:
«Nunca me dijo que se sentía mal, me dijo que había resultado positivo a Covid y que iba a informar de ello a los mexicanos a través de un tuit, y que en todo caso me iba a encargar las reuniones de seguridad, las conferencias de prensa y algunos asuntos impostergables».
Cuesta trabajo dar veracidad a las declaraciones de Adán Augusto López en la era del Zoom. No obstante, hasta que no tengamos información precisa y verificable, en México seremos presas de la república de la infodemia.
Independientemente del estado de salud del presidente, no es un buen síntoma que el cuerpo político se convulsione cada vez que el mandatario desaparece de la mirada pública. Sin duda, una consecuencia perniciosa de la invasión de la persona del soberano en la vida de las instituciones. Pero ese no es el colmo del sarcasmo de esta bochornosa escena; de hecho ocurrió hace unos días: cuando el mandatario esbozó la posibilidad de decretar el fin de la pandemia.
¿Cuál es el estado actual de la incidencia infecciosa en México causada por la Covid-19? A nivel nacional este país está registrando 1,115 casos positivos cada 24 horas en promedio, mientras que la tasa de positividad oscila en un 34 por ciento.
La pregunta es simple: ¿por qué, atendiendo a estos datos, una persona tan expuesta como el presidente López Obrador no podría estar otra vez contagiada de Covid-19?
Desde luego el problema no está en la prueba positiva de SARS-CoV-2, sino en la duda sembrada por la imposibilidad –temporal– de su aparición física a través de las nuevas tecnologías diseñadas para tener contacto sin contagio.
Como diría un viejo capítulo de Los Simpson: «Profesor Cocun, sin saber exactamente a qué se enfrentan, ¿diría usted que es momento de estrellarse las cabezas unos contra otros y sacarse los sesos?» Yo diría que no, a diferencia del Dr. Cocun. A esta altura del sexenio la Constitución prevé cierta normalidad procesal, incluso en la peor de los escenarios posibles.
Desde luego “eso quisieran” los adversarios, como sentenciaba lapidariamente el titular de Gobernación. La inmensa mayoría del electorado confía que, en un par de días, los rumores malsanos se desvanezcan con todo y sus intereses inocultables. Sin embargo no deja de ser paradójico que en este asunto la falta de transparencia diste de ser “el escenario ideal” para convertirse, el acceso a la información, en el antídoto perfecto para sumar tranquilidad ante un imprevisto desafortunado.
Pronta recuperación, señor presidente.
Por Enrique Huerta