“Hoy se envió el proyecto de dictamen que contiene 70 artículos modificados y que van a regresar a la Cámara de Diputados. Identificamos bloques de inconstitucionalidad y ya eliminamos algunos de ellos pero seguimos analizando con toda responsabilidad y seriedad, lo que no queremos es que la Constitución no se altere”.
Ricardo Monreal
¿Cuántos días se tardó Morena y sus feligresía en negar lo que siempre fue evidente para cualquiera que se haya atrevido a leer la Constitución? Tras media semana de obcecada cerrazón, el partido que dirige Mario Delgado finalmente tuvo que admitir que por haber aprobado “a ciegas”, a toda prisa, y en menos de cinco horas un documento de casi 400 cuartillas con alteraciones significativas en todo el corpus electoral mexicano, “bloques enteros de inconstitucionalidad” manifiesta llegaron intactos al Senado de la República para su eventual aprobación.
La escena es patética. ¿De las manos de qué genio cuatroteísta habrá salido semejante iniciativa de reforma? Y más aún, ¿por qué el documento que con sobrada incompetencia aprobaron los diputados de la bancada gobernista no pasó por el dictamen de la Junta de Coordinación Política de San Lázaro?
“Haiga sido como haiga sido” el numerito pinta de cuerpo entero a un régimen que marcha mucho, con mucho arrastre pero, desafortunadamente, demuestra también una capacidad formidable para alcanzar el ridículo al momento de brindar resultados dignos.
Por default la situación se ha tornado en una auténtica bendición para la oposición. ¿Quién diría que la ignorancia constitucional de los morenistas hoy sería el mejor aliado de los legisladores del PRIAND? La preocupación en los círculos políticos más allegados al presidente López Obrador no es menor pues, literalmente, el futuro de la reforma está en manos de la fracción que controla Ricardo Monreal al interior de la bancada de Morena en el Senado de la República. Me parece que el chiste se cuenta solo.
¿Qué pasaría, en el hipotético caso de que Adán Augusto López, secretario de Gobernación y cabildero estrella del presidente, no logre el estricto apego al marco constitucional enmendando los errores cometidos en San Lázaro? La mini-reforma de López Obrador correrá la misma suerte que su reforma constitucional en materia electoral: nacerá muerta, la primera bloqueada por la oposición mientras que la segunda invalidada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
¿Acaso nos encaminamos a ese segundo escenario? Según consta en la mayoría de los artículos de la fuente: “se identificaron 21 bloques con artículos inconstitucionales, sin embargo Gobernación sólo ha admitido cambios en seis bloques”. La sentencia de la oposición está por cumplirse: “nos veremos en la Corte”. Y, para mala fortuna de los morenistas, en la Sala Superior no hay marcha que valga.
P.D.
¿Alguien en México ha tomado en consideración el diagnóstico desfavorable, que motivó la reforma electoral aprobada por la Cámara de Diputados, de los ex-consejeros del INE –IFE en su momento– como Jacqueline Peschard, Pamela San Martín, José Woldenberg, Luis Carlos Ugalde o Mauricio Merino? Absolutamente ningún actor político de relevancia porque, sencillamente, en este país no se legisla con la técnica jurídica –y mucho menos con la ciencia política– sino con los apetitos del vulgo que poco entienden de este asunto.
Por Enrique Huerta