La elección de Norma Lucía Piña Hernández como ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) deja en manos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) la resolución de la crisis moral en que el máximo tribunal de justicia se ha visto envuelto en los últimos días a causa de los hechos que todos conocemos: la tesis plagiada –el más reciente comunicado de la UNAM fue enfático en ese término- que la pasante Yasmín Esquivel Mossa presentó con el título de “Inoperancia de los Sindicatos en los Trabajadores de Confianza del Artículo 123 Apartado A”, en la Facultad de Estudios Superiores de Aragón en 1987, para obtener el grado de Licenciatura en Derecho.
En medio de la elección, la ministra en entredicho no desaprovechó la oportunidad para abonar a la infodemia nacional, el único sitio donde resulta ser una brillante e inocente víctima de “la maledicencia de los conservadores que se oponen a la actitud renovadora de la 4T”. De ese modo, llevando la mentira hasta sus últimas consecuencias, la esposa –que no pase desapercibido el tráfico de influencias y el conflicto de interés inmerso en el asunto– de uno de los contratistas predilectos del presidente de la República, el señor José María Riobóo, aseguró que “la manipulación de la información –entorno a su persona-– es un atentado contra la independencia” de la Corte.
Afortunadamente la mayoría de los ministros fue absolutamente indiferente al cuento chino narrado por un miembro de la Judicatura Federal que, por el descaro de un plagio –y por ser esposa de quién es-, llegó al desempeño del cargo que hoy ejerce con el cuestionamiento que nunca antes, ningún ministro de la SCJN en la historia moderna de México, había enfrentado.
¿Se atreverá la UNAM a revocar el título de licenciatura de la ministra pasante Esquivel Mossa? Ya lo decía Andrés Manuel López Obrador desde el púlpito de La Mañanera: “es tiempo de definiciones”, así que en los próximos días veremos de qué está hecha la mentada autonomía universitaria con la que muchos han traficado y lucrado impunemente. Si la Universidad Nacional se pliega al mandato presidencial, quizá sea momento de enmendar el lema atemporal, producto del fascismo invertido de José Vasconcelos, y decir en consecuencia: “por mi plagio, hablará el espíritu”. Confiemos en que la Universidad Nacional muy pronto imparta la cátedra de moral pública que tanto necesita un país plagado de sinvergüenzas.
AL MARGEN
Por otro lado, me resulta extraordinaria la elección de la Corte en medio de la crisis de legitimidad que hoy enfrenta. Desde luego no me refiero a la cursilería del feminismo de anaquel de enarbolar la posición de una mujer por el simple hecho de serlo, sino a los actos y la trayectoria de una abogada que nos merece todo nuestro reconocimiento. Muchos han señalado con justa razón que el sentido de los votos de la actual presidenta de la SCJN, Norma Lucía Piña Hernández, se han destacado posturas a favor de la despenalización del aborto y del derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, ha promovido y defendido los derechos de la comunidad LGBTIQ+ e incluso ha tenido posturas a favor de la soberanía corpórea y el uso lúdico de la marihuana. No obstante, aquello que me parece más encomiable es su posición en contra de la militarización del espacio público. No cabe duda que, “no hay mal que por bien no venga”.
Por Enrique Huerta