La esquina rota de la 4T

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No quiero pasar por alto la postulación del morenista José Luis Pech a la candidatura a la gubernatura del estado de Quintana Roo por Movimiento Ciudadano (MC). Más allá del anecdotario reciente de un aspirante de la farándula, Roberto Palazuelos, aniquilado por la extensión de su propia lengua: “maté en defensa propia y, sin embargo, quiero ser gobernador”; o del histrionismo, mercantilizado al extremo, tan propio de las candidaturas de MC; el hecho de que un senador de Morena, otrora de las mayores confianzas de López Obrador, se postule como contendiente directo de Mara Lezama, candidata de la alianza “Juntos Haremos Historia en QR”, es muestra de una auténtica anticipación no sólo a la situación político-electoral que irremediablemente experimentarán las campañas en el resto de los estados, sino también a los acontecimientos que guiará la tónica de la contienda presidencial en 2023-2024.

Para nadie es un secreto que Morena no es un partido típicamente institucionalizado. El instituto político que creó López Obrador a su imagen y semejanza no es un movimiento, más bien es una confederación de coaliciones con intereses irreconciliables entre sí que poco a poco irán perdiendo el único resquicio de unidad que poseen: su la lealtad ciega al presidente de la república. Hoy la 4T atraviesa la mayor crisis de legitimidad del sexenio, y francamente no hubo estrategia de contención frente al escándalo de la Mansión del Bienestar,increíblemente una nota periodística al probar un conflicto de interés le arrebató toda credibilidad al discurso presidencial, poniendo en riesgo la continuidad del proyecto político que triunfó en las urnas en 2018 con 30 millones de sufragios. Ciertamente en los próximos semestres, la secta fervorosa de chalecos guinda seguirá reverenciando la figura de AMLO, no obstante el mandatario dejará de ser un factor de unidad al interior de Morena. Y ese proceso acaba de comenzar justamente en Quintana Roo este fin de semana.

¿Se imagina usted en Puebla, en unos semestres, a Alejando Armenta respaldando la candidatura de Ignacio Mier a la gubernatura por Morena, o viceversa? O mejor pensemos en la contienda presidencial: ¿a qué partido van a ir a parar Ricardo Morneal, Marcelo Ebrad y hasta Fernández Noroña si la alianza PT-Morena favorece, como muchos dicen –tengo severas dudas-, a la señora Claudia Sheinbaum? Desde luego la esquina rota de la 4T será la gran ventaja comparativa de la oposición: bastión balcanizado es bastión derrotado. Sin credibilidad en el discurso, con la decadencia acelerada de la figura presidencial y, para colmo de males, sin unidad institucionalizada en Moren; hoy López Obrador se encamina, no precisamente a entregar la banda presidencial a un candidato opositor –aún no existen los elementos-, pero muy probablemente a un contendiente que no ungirá desde Morena. Desde luego en política nada está dicho, y todo es una simple tendencia.

Por Enrique Huerta