La rebatinga en el Congreso del Estado por el cobro del Derecho de Alumbrado Público (DAP), sin previo convenio con la Comisión Federal de Electricidad(CFE),y con la autorización de cada comuna en los 217 municipios de la entidad, dejó entrever dos simples cosas en la turbia marea de la política en Puebla:
La primera consiste en la ignorancia manifiesta de doce de 41 legisladores frente a las cuestiones constitucionales más elementales; no se trata de doce apóstoles precisamente, más bien de doce judas que desde su primaria trunca aseguraron que no pueden comprometer su voto para “la aprobación de un impuesto disfrazado de derecho”; cualquier alumno promedio en clase de Derecho Municipal advertiría la idiotez detrás de la sentencia que han compartido con orgullo Daniela Mier Bañuelos, Carlos Evagelista Aniceto, Edgar Garmendía de los Santos, Angélica Cervantes González e Iván Herrera Villagómez. Trágicamente, la mediocridad de sus cartas credenciales y su escasa formación académica tampoco les permite reconocer su servilismo a un par de liderazgos que apestan a morgue en Puebla: el de Claudia Rivera Vivanco por supuesto, la presidenta del subejercicio en cuyo epitafio político se asienta una de las humillaciones electorales más escandalosas por las que haya atravesado el partido del presidente López Obrador durante su sexenio; y en segundas nupcias, esta tunda de judas también se cobija en las aspiraciones de Ignacio Mier que igualmente están destinadas al fracaso, y no precisamente por la insignificancia de su estatura política, sino por los movimientos del ajedrez nacional que actores con mayor talla y talento como Ricardo Monreal tendrán que ejecutar desde el último trimestre de 2022 y que terminarán, tarde o temprano, sacándolo del tablero de la sucesión de Puebla cual peón en el juego.
La segunda “cosa” es una consecuencia de todo lo anterior, menos escandalosa pero todavía más importante: radica en el hecho de que la oposición al Ejecutivo no tiene sitio en ninguna bancada, sino en su propia casa, en una pequeña facción al interior de Morena enfrascada en un conflicto de interés irresoluble con la agenda inmediata de Casa Aguayo. La situación no es un defecto de Puebla, cada gobernador de la 4T la enfrenta en mayor o menor medida en sus estados, consecuencia de una sucesión presidencial anticipada y del hecho contundente de que Morena no es un movimiento, mucho menos un partido político, sino “un club de cuates” del presidente López Obrador, una confederación de irreconciliables que hará hasta lo imposible por obstaculizar las aspiraciones de propios y contrarios. Al día de hoy, la falta de institucionalización de Morena es el activo más poderoso del “los gobiernos del PRIAN”, como les gusta decirlo a “ya sabe quién” cada mañana desde el púlpito de Palacio Nacional.
Ahí están “las dos simples cosas”. Imagínese si no fueran tan simples…
Por Enrique Huerta