“Deberían de quitarle el nombre -al CJNG- porque afectan a Jalisco”
Andrés Manuel López Obrador
El calendario fechaba 18 de septiembre de 2020 y la pantalla de La Mañanera poco a poco incursionaba como el paredón de neoliberales y conservadores adversarios al proyecto de la 4ta Transformación; por un error del personal a cargo de Jesús Ramírez Cuevas, florero titular dela oficina de Comunicación Social de la Presidencia de la República, apareció la portada del “pasquín inmundo” favorito del sexenio; al advertirlo López Obrador gritó: “ahí están las masacres”, sellando de inmediato la expresión con una carcajada. Lo que siguió por casi 48 horas fue un rebelión contra el presidente en “las benditas redes” que, quizá por primera vez, no reconocieron en los trazos de la investidura al eterno candidato “humanista” de izquierda.
Año y medio ha transcurrido y, sin embargo, la tragedia de entonces fue escalofriantemente idéntica a la que ocurrió este fin de semana: todavía no había acabado el mes septiembre de 2020 y un par de velorios–uno en Cuernavaca y el otro en Celaya- fueron interrumpidos por grupos delincuenciales que, como consecuencia del ajuste de cuentas por el control de las plazas, perpetuaron la muerte indiscriminada de los asistentes con armas de uso exclusivo del Ejército. Esta semana no se trató de ninguna ciudad de Morelos o Guanajuato, sino de Michoacán gobernada por Alfredo Ramírez Bedolla a quien no le dio tiempo de encontrar cuerpos ni casquillos porque alguien se tomó la molestia de lavar el piso; no cabe duda que la guerra de guerrillas que se libra en México entre sistemas delincuenciales que colonizan el espacio público con narcomensajes, desaparecidos, degollados o embolsados, empieza a volverse cómica sin dejar de ser trágica.
Entre el horror de los detalles se hunde la incidencia del desastre: en 2018, el último año de Enrique Peña Nieto, el sistema de procuración de justicia registró 26.92 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes; en 2019, el primero de López Obrador, la cifra oficial fue 27.41 en esa misma proporción; al año siguiente, en 2020, ni siquiera la pandemia por Covid-19 causó una variación significativa en las carpetas de investigación, contabilizando 27.04 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes que se presentaron en La Mañanera como “una disminución de la violencia”, aprovechándose de la primaria trunca que padecen los seguidores del proyecto del presidente que ignoraron, entre otras cosas, que en México existe una tasa de crecimiento demográfico sostenido. Finalmente en 2021, la noticia fue que las llamas del infierno no se habían alterado demasiado, 25.83 fue la incidencia que reconoció el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, tan sólo 1.29 homicidios dolosos por debajo del promedio.
“Ahí están las masacres”, señor presidente. Y mientras tanto usted preocupado por cambiarle el nombre a un cártel para salvar la buena fama de Jalisco. Me pregunto si López Obrador aún tiene “la ambición legítima de pasar a la historia como uno de los mejores presidentes de México”, ¿o algo se pudrió en el camino?
Por Enrique Huerta