Acción poética: AMLO vs AMLO

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Después de las medidas cautelares impuestas por el INE y la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) que impiden al presidente de la República hacer proselitismo en el marco de una sucesión anticipada; Andrés Manuel López Obrador se salió por la tangente montando una nueva sección en su show mediático titulada: “No lo digo yo”. Se trata de un espacio que exhibe desde la otredad lo que AMLO ya no puede decir en primera persona.

Resulta sintomático que un Instituto Nacional Electoral (INE) claramente comprometido, como siempre ha sido la naturaleza de su diseño, no se atreva a frenar las precampañas anticipadas a pesar de toda la opacidad en el manejo de los recursos públicos que éstas suponen, pero sí sea capaz de aplicarle “la ley mordaza” al titular del Ejecutivo federal. ¿Acaso presenciamos un intento desesperado de la partidocracia –el verdadero poder detrás del árbitro electoral- para que AMLO deje de posicionar las aspiraciones presidenciales de Xóchitl Gálvez? Quizá esa sea la única explicación coherente.

De acuerdo con el más reciente estudio publicado por El Financiero: la señora Xóchitl acapara 30 por ciento de las preferencias electorales situándose 11 puntos por debajo de Claudia Sheinbaum, e incluso por 12 puntos si Marcelo Ebrard resulta ser el candidato de la transformación.

En ambos casos la ventaja de la 4T sobre Xóchitl Gálvez es un abismo relativo. ¿Cómo es posible que una fuerza política con 22 gobernadores y con mayorías en casi la misma cantidad de congresos locales se vea sorprendida, amenazada por una figura que nunca antes ha sido votada más allá del estado de Hidalgo o la alcaldía Miguel Hidalgo? La respuesta es simple: porque Morena es una ficción estadística anclada al cuerpo y alma del presidente López Obrador que, por un extraño vuelco del destino, ha decidido posicionar a la candidata de la oposición en detrimento de su propio partido.

¿Qué está motivando a Andrés Manuel a montar una estrategia tan peligrosa? Una cosa es segura, sus acciones no son producto de ninguna racionalidad y mucho menos del miedo, sino de un instinto todavía más primitivo: el resentimiento. Durante los últimos cinco años el presidente de México ha acaparado la narrativa pública, ha sido el objeto de todas las fobias y filias de la Nación hasta que se le ocurrió cerrarle las puertas de Palacio Nacional a una figura francamente de reparto, en ese fortuito instante el presidente convirtió a una senadora del PRIAN en el símbolo de unidad donde todos los agraviados del sexenio se encuentran. El resultado fue catastrófico para Sheinbaum pues el monólogo de La Mañanera se tornó en una conversación abierta; para cuando López Obrador se dio cuenta reaccionó con las vísceras: embistiendo al huipil y a la senadora sin poder todavía con ninguna.

Quizá lo más interesante no esté en “la estrategia” del régimen, sino en la contraofensiva de Xóchitl: ante el ataque del gigante político de Andrés Manuel presidente tuvo que cobijarse en las palabras de Andrés Manuel candidato. ¿Quién mejor que AMLO para destruir a AMLO? Gálvez encontró, en una acción casi poética, la fórmula para recuperar Palacio Nacional. Pero, ¿lo logrará?

Por Enrique Huerta