Tablero de ajedrez

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Foto: Especial

¿Qué hora es, señor candidato?, preguntó un ciudadano.

–“No sé, pero desde hace un año es el 2024”, respondió.

¿Quién recuerda en Puebla y en el resto del país, el fallo que la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) emitió desde la segunda quincena de julio pasado?

“Confirmó parcialmente el acuerdo dictado por la Comisión de Quejas y Denuncias del Instituto Nacional Electoral en el que ordenó –como medida cautelar de tutela preventiva– a Morena, a su presidente nacional y a diversas personas servidoras públicas abstenerse de organizar, convocar y realizar eventos proselitistas iguales o similares a los celebrados el 12 y 26 de junio en el Estado de México y Coahuila, porque podrían vulnerar los principios que rigen a los procesos electorales”.

Por aquellos días, en mi columna de Oro Noticias Puebla, publicada el pasado 21 de julio, con toda honestidad compartía con usted algunas preguntas que advertían la crisis de nuestro momento:

“¿Respetarán las corcholatas presidenciales, así como Ricardo Monreal y Fernández Noroña, el posicionamiento del Tribunal? ¿O seguirán el ejemplo del secretario de Gobernación, Adán Augusto López: “si me corre el INE no importa porque lo van a desaparecer los diputados”? (…) El proceso electoral comienza en septiembre de 2023 y apenas estamos en julio de 2022.

¿Cuántos mitines, cuántos templetes, cuántos actos camuflajeados con los ropajes de las instituciones de gobierno terminarán llevando agua al molino de las figuras que quieren ser, dentro de 24 meses, los nuevos elegidos del pueblo? Quizá la pregunta debería ir en otro sentido, ¿por la 4T necesita tanto tiempo para asegurar los términos de una sucesión donde se juega el destino de su supervivencia política? Por la misma razón de que, a pesar de que la aprobación presidencial a lo largo del sexenio se ha sostenido en cifras superiores al 60 por ciento, la popularidad de AMLO no le alcanzó a Morena para mantener en los comicios del año pasado el monopolio de la reforma constitucional en el Congreso. ¿Serán suficientes 24 meses? Quizá sean contraproducentes”.

La puesta en escena nacional se reproduce con ciertos matices en cada una de las 32 entidades federativas. Dígame usted si un tumulto de lonas, suficientes como para techar el corredor comercial de “Los lavaderos” los jueves de tianguis, repartidas por los municipios más importantes de Puebla, y casualmente con las figuras de Claudia Sheinbaum y Andrés Manuel López Obrador, ¿no son actos anticipados de campaña? Dígame usted si el informe con aroma a destape de Ignacio Mier Velazco, con la presencia de Mario Delgado y la complicidad de Fernández Noroña, ¿no fue un acto anticipado de campaña? Por no hablar de las visitas bajo el mínimo pretexto de Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard a Puebla, ¿acaso no son un esfuerzo desesperados de las corcholatas presidenciales por mantener “caliente” la plaza?

En consecuencia, ¿por qué Marko Cortés en Puebla, en su calidad de presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, se va a comportar distinto a la clase morenista en el ejercicio poder?

Como quiera que sea, en el tablero de ajedrez de la sucesión presidencial las corcholatas nacionales requieren de alianzas locales; y Puebla, para mala o buena fortuna de algunos, tiene una posición estratégica: una entidad fuertemente morenista en sus zonas rurales, pero con una marcada tendencia al voto opositor en sus regiones más urbanizadas, literalmente es un sueño hecho realidad para los que hoy anhelan con despachar desde el CIS de Angelópolis y una “red flag” para todos aquellos que se juegan su futuro –y su papel en la historia– perdiendo el control de Casa Aguayo.

Nada está escrito todavía y quizá eso sea lo más apasionante del proceso.

Por: Enrique Huerta
Editor: Iván Betancourt

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