El diario de una depresión parte II: ¡No me vuelve a suceder!

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Decidí dejar a mi bebé con un familiar e ir a una consulta médica. // Foto Internet (Ilustrativa)

Por Korina Zitlali

¿Cómo descubrí que no era un simple estado de ánimo sino un cuadro depresivo mayor?

Llevaba más de un mes sin disfrutar la maternidad, sintiendo que mi vida ya no tenía sentido y que no regresaría la alegría.

Navegué entre llantos inexplicables, miedo a morir por alguna enfermedad grave y preocupada por mi estado emocional y físico ante la pérdida de apetito.

Decidí dejar a mi bebé con un familiar e ir a una consulta médica donde conocí con nombre y apellido el problema de salud que presentaba: “Depresión potsparto”.

Fue entonces que recibí pastillas ansiolíticas y canalizada para atención psicológica. El medicamento no era suficiente para producir melatonina y endorfinas, las sustancias que mi cerebro no estaba produciendo naturalmente, pero que son las encargadas de regalarme la belleza de dormir cada noche y de sentir placer en las actividades cotidianas de mi vida.

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Aun así descubrí a mi segundo gran apoyo.

Se trataba de mi príncipe azul, mi media naranja, mi esposo y padre de mis hijos. No cabe duda que los padres son sabios cuando nos aconsejan buscar a nuestro compañero de vida con lupa en pleno arenero.

Me parecían aburridos los discursos de características que un hombre debe cumplir para garantizarme un “buen esposo” “padre” y “amigo”. ¡Qué rollo! Entonces, ¡Nunca me voy a casar! -pensaba-.

Pero me casé y el sujeto parecía medio apto para cruzar el lago de fuego de la prueba familiar. Resultó ser la boda de mis sueños, en casa de mis padres, en un pequeño pueblo Chiapaneco, a orilla del mar. Llegué al matrimonio como muchas de ustedes, con preguntas sin respuestas y miedos de no haber “elegido bien”. Había llegado el momento de tener la primera respuesta ¿Estará conmigo en las malas, en la enfermedad?

Durante los casi 6 meses de depresión, mis noches sin dormir las compartía con Dios y mi esposo, quien durante el día se convertía en mi psicólogo personal y en las mañanas mi estilista. Con peinados raros pero me dejaba guapa. A pesar de su absorbente trabajo como reportero de policía, se daba tiempo para cuidarnos.

Foto: Internet

Tal vez te preguntes si solo con el medicamento me “curé” de la enfermedad. Pues ya eran 3 meses de depresión con tres respaldos: Dios, mi esposo y el medicamento. Pero, debo decirles que tuve que recurrir a otros elementos de ayuda como leer, salir de paseo, escribir, clases de zumba, caminatas y ejercicios en casa pero principalmente, orar y leer.

Pero, de eso hablaremos en la próxima ocasión.

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