El Papa Francisco estableció en su testamento las directrices para su funeral; el pontífice solicitó ser velado en un féretro austero de madera y zinc, y que su sepultura, ubicada en la Basílica de Santa María la Mayor —no en Santa Marta—, fuera “sencilla, sin decoración particular y con la única inscripción: Franciscus”.
El anuncio de su fallecimiento el 21 de abril de 2025, conmocionó a la comunidad católica global. La Santa Sede confirmó que la muerte se debió a un ictus cerebral seguido de un colapso cardiovascular irreversible, agravado por antecedentes médicos como neumonía bilateral e hipertensión.
Rompiendo con tradiciones vaticanas, Francisco rechazó el triple ataúd ceremonial (ciprés, zinc y roble) y dispuso que su cuerpo fuera expuesto sin catafalco, la plataforma elevada habitual en exequias papales. Además, insistió en un entierro sin ornamentos, financiado por un benefactor designado.
El Sumo Pontífice buscaba simplificar los ritos funerarios. Por ello, manifestó su preferencia por una despedida sencilla, manteniéndose fiel a su personalidad.
¿Cómo son los ataúdes papales tradicionalmente?
Los ataúdes utilizados en los funerales de los pontífices suelen estar compuestos por tres capas principales, cada una con un propósito específico.
La primera capa es un ataúd interno, tradicionalmente elaborado en madera de ciprés, un material elegido tanto por su durabilidad como por su significado religioso, ya que este árbol simboliza la eternidad y la resurrección en la tradición cristiana. Dentro de este féretro se deposita el cuerpo del papa, vestido con sus ornamentos litúrgicos, como la casulla blanca, la mitra y el anillo pastoral. Junto a él se colocan objetos simbólicos, como una bolsa con monedas y medallas acuñadas durante su pontificado, representando su labor terrenal, y un pergamino conocido como Rogito, que resume su vida y su legado.
La segunda capa consiste en un ataúd de plomo o zinc, que envuelve al de ciprés. Esta estructura metálica tiene una función práctica, proteger los restos de la humedad y garantizar su conservación, especialmente importante en épocas pasadas, cuando los papas eran sepultados en las Grutas Vaticanas. Este ataúd se sella herméticamente.
Finalmente, la tercera capa es un féretro externo, generalmente construido en madera noble, como olmo o roble, y tallado con detalles ornamentales, como cruces o inscripciones. Esta última envoltura cumple un doble propósito: por un lado, sirve como protección adicional, y por otro, añade solemnidad al conjunto durante las exequias.
