El Impacto Ambiental de la Inteligencia Artificial Generativa

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La Inteligencia Artificial Generativa (IAG) está modificando el panorama tecnológico, pero también plantea serios retos ambientales. Un reciente informe de la Unesco destaca que el funcionamiento de estos sistemas genera un consumo energético alarmante y un aumento en el uso de agua potable. Este estudio subraya la necesidad urgente de adoptar prácticas más sostenibles en el desarrollo y uso de tecnología.

Según el informe, herramientas populares como ChatGPT podrían estar utilizando más de 300 GWh de energía al año, cantidad equivalente al consumo eléctrico de más de tres millones de personas en países como Etiopía. Además, el uso de agua potable en centros de datos tecnológicos podría triplicarse para el año 2027, lo que representa una tendencia preocupante en un contexto de escasez de recursos.

Leona Verdadero, experta en IA y coautora del estudio, alertó sobre la “falta de información sobre el gasto energético y el consumo de agua”, lo que dificulta evaluar el impacto ambiental de estos modelos. La opacidad de los modelos grandes, que en su mayoría son cerrados, también impide una revisión exterior eficaz de sus efectos sobre el medio ambiente.

Para ilustrar las alternativas, el equipo de investigación comparó el modelo abierto Meta LLaMA, compuesto por 8,000 millones de parámetros, con otros más compactos de apenas 30 millones. Los resultados revelaron que los modelos menores no solo proporcionan un rendimiento similar en tareas como traducción y resumen, sino que también ofrecen un ahorro de hasta el 90% en el consumo energético.

“Una de nuestras metas fue obtener datos concretos sobre el gasto energético de tareas cotidianas usando modelos generativos”, afirmó Verdadero. La investigación demuestra que la eficiencia energética no es incompatible con la calidad del servicio ofrecido por estos modelos.

Por otro lado, el informe también señala los riesgos que la IAG plantea en términos de equidad digital. Los modelos más grandes consumen más recursos y requieren infraestructuras costosas, haciéndolos inaccesibles para comunidades con recursos limitados. En contraste, los modelos más pequeños son “más asequibles, eficientes y adecuados para entornos con restricciones tecnológicas”, destacó Verdadero.

La Unesco hace un llamado a la industria tecnológica para que sea más transparente sobre el impacto ambiental de sus desarrollos en inteligencia artificial. “Hay una gran falta de datos sobre la huella ecológica de estos modelos”, concluyó la experta, comparando esta situación con “usar un coche sin saber cuánta gasolina consume por kilómetro”.