Por Korina Zitlali
Desde niña soñé con ser la mejor periodista y dar noticias en televisión, radio o en un impreso.
A los 17 años cambié de residencia, del sur de México al centro del País; !Puebla fue la elegida para estudiar la universidad! Jamás imaginé lo que se me venía, la depresión no era parte de mi vocabulario. Me gradué y ya estaba trabajando en la Dependencia de Gobierno que elegí desde estudiante y en el área que anhelaba. Todo iba perfecto…
Pasaron los años y al cumplir los 29 años, encontré al amor de mi vida y me casé, fue una boda tan hermosa a orilla del mar tal y como la imaginé desde adolescente.
El doctor me dijo que sólo podía usar preservativo (condón) por las condiciones de circulación sanguínea en mis venas. Así que, ahí empezó la preocupación para evitar un embarazo. Sin embargo, justo al año de casada resultó que estaba embarazada y el mundo se me vino encima. !No fue la mejor noticia de mi vida! Los pensamientos llegaban cual tiroteo de arma de fuego en pleno enfrentamiento ¿Qué voy hacer? ” no podré seguir trabajando” “no voy a poder cuidar a otra persona” “eché a perder mi vida”.
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Los primeros tres meses fueron frustrantes y entonces, decidí cambiar mi “chip mental” y empezar con uno más tolerante y simpatizante con la maternidad. Así, pude esperar con alegría el nacimiento de mi bebé.
¿Quién imaginaría que mis sentimientos serían tan negativos hacia ese bebé indefenso y anhelado por su papá y sus abuelos, pero menos por su progenitora? Creo que yo pensaba en eso.
Aquí empezó el diario con una depresión postparto que duró medio año. Cada día y noche deseando atentar contra ese bebé porque sentía que “estorbaba”, cada despertar miraba las filosas espadas del sol por mi ventana y cada noche la luna insípida escasa de colores que permitieran dar alegría y entusiasmo de vivir. Sentía que no lo iba a lograr y que en cualquier momento mi vida quedaría eternamente atrapada en un pozo obscuro y profundo. Pero, ese día, amamante a mi bebé y la misericordia de la divinidad tocó a mi puerta…
Esa noche fuí tan feliz que los campos áridos de Cuantinchan florecieron en plena sequía. Mis ojos brillaron y parecía que todo había terminado. Después de un mes, logré conciliar el ensueño y recobrar fuerzas.
¿Habrá sido un sueño tan fugáz? ¿Mañana despertaré y mi vida será diferente y llena de ilusiones y esperanzas como todas las mamás después de dar a luz a su primer hijo? Aún no sabía que esto se intensificaría.
Pero eso, te lo escribiré próximamente…