Un réquiem para 150 mil

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Por Enrique Huerta

En la edición de ContraRéplica del pasado 05 de agosto, hace prácticamente medio año, comenzaba mi columna como sigue a continuación:

“Antes de que termine esta semana el país alcanzará el medio millón de contagios acumulados a lo largo de cinco meses de una pandemia que de un momento a otro cobrará la vida de más de 50 mil mexicanos. ¿Era imaginable esta pesadilla aquella primera quincena de marzo cuando la banalidad de López-Gatell llegó a asegurar que “no era necesario que las personas utilizaran cubrebocas en la vía pública”, y que “no debían usarlo nadie más que los enfermos”?”

Corre la semana 48 de la pandemia y habrá que “poner el tiempo en hora”: desde la noche del pasado domingo el Jefe del Estado está confinado en Palacio Nacional tras haber dado positivo a Covid-19. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Ciertamente se trata de la misma tragedia por la que han atravesado 1 millón 771 mil 739 mexicanos como Irma Eréndira Sandoval, Ricardo Sheffield, Zoé Robledo, Arturo Herrea, Rabindranath Salazar, Rocío Nale, Víctor Villalobos, Jorge Arganis Díaz Leal, Rosa Isela Rodríguez, Raquel Buenrostro, José Rafael Ojeda o el propio Jesús Ramírez Cuevas sólo que, a diferencia de cualquier ciudadano de a pie, ninguno de los familiares de estos destacados miembros del gabinete tuvieron que hacer fila en las calles de la Ciudad de México por cuatro o hasta seis horas para recargar un tanque de oxígeno; absolutamente nadie en las casas de 17 gobernadores que han resultado infectados de coronavirus hizo recorridos hasta por cuatro hospitales antes de encontrar una camilla y un equipo médico disponible; y definitivamente ninguno de los más de 18 senadores y 73 diputados que dieron positivo pidieron prestado para una prueba Covid, perdieron su trabajo o dejaron de depositarles a causa de la enfermedad. La lección debería cortarles las ilusiones –o más bien, el libido- a más de uno: no importa quien gobierne, no importa que sea de derecha o de izquierda, el privilegio es consustancial a la clase política; quizá la única diferencia sea que unos se distinguen por su escandaloso descaro mientras que los otros por su devoción por la hipocresía.

Lejos de las playas de Zipolite, por primera vez desde el confinamiento, el cada día más asediado López Gatell actualizó la cifra que terminará por arrojarlo al basurero de la historia: 150 mil 273 decesos oficialmente reconocidos en once meses de pandemia. El desastre inimaginable simbólicamente colmado por el contagio del presidente. ¿Qué pasará en las próximas horas, las más obscuras para la 4T que ha monopolizado la comunicación política en la voz de un solo hombre que por ahora no puede ocupar el atril de La Mañanera y dirigir un mensaje a la nación? ¿Habrá un cambio de rumbo, un combate frontal a la emergencia sanitaria después de la experiencia infecciosa? ¿Estará la espada de Damocles sobre la cabeza del Dr. Muerte? ¿O tendremos un efecto Trump 2.0 minimizando la enfermedad y el dolor de millones de mexicanos? El tiempo vendrá con todas las respuestas mientras López Obrador le demostrá a la sociedad que ha polarizado con tanto esmero de lo que en verdad está hecho.