¿AMLO perderá su fulgor?

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Por Enrique Huerta

La pregunta es seria y más de uno diría que es ilusa. No obstante es, en sí misma, un fascinante problema de investigación: ¿cómo es posible que el 60 por ciento de aprobación popular que goza el presidente López Obrador no le alcance para mantener la mayoría absoluta –el 50 por ciento más uno- en la Cámara de Diputados que, según las encuestas más confiables, se proyecta como el resultado más factible de los comicios del próximo domingo 6 de Junio?

La teoría política es reveladora en todos los sentidos: “en los sistemas presidenciales las elecciones intermedias –parafraseando a Juan Linz, y a muchos otros- actúan como un plebiscito negativo a la gestión del Ejecutivo”.

De acuerdo con los datos de Simo Consulting Morena obtendrá 230 escaños, el descalabro será de 26 representaciones con respecto a 2018. De cumplirse este escenario la aventura autocrática del presidente López Obrador se verá seriamente obstaculizada por el retorno en la LXV Legislatura (2021-2024) de “un gobierno dividido con mayoría” que tendrá que hacer demasiadas concesiones a la agenda política del PT que, según lo proyectado, también tendrá una reducción contando con sólo 32 diputados; quizá se trate de una bancada muy pequeña, pero con el tamaño suficiente como para darle margen de maniobra y orden del día a los intereses de Palacio Nacional en San Lázaro.

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Retomo la pregunta: ¿por qué la popularidad que no tiene “ningún presidente del mundo mundial” no le va a alcanzar a López Obrador para lograr algo tan simple como la segunda parte de un gobierno unificado en la Cámara de Diputados? Porque el libido no es transferible. En este país la popularidad presidencial es una correlación significativa entre ignorancia, precariedad, ideología y libido, mucho libido –“los lazos sociales son lazos libidinales”, aseguraba con razón el señor Freud-, a fin de cuentas una fuerza antipolítica que traspasa a las personas sin tocar a las instituciones. De lo contrario el Presidente de la República no tendría que forzar la maquinaria del sistema para imponer su voluntad en Nuevo León, una plaza que jamás penetrará la 4T; mucho menos hubiera hecho el ridículo desaforando a Cabeza de Vaca para que al día de hoy siga tan campante como gobernador de Tamaulipas; y en consecuencia Morena no tendría que poner a Mario Delgado a recordarle al gran público, en un patético spot de radio y televisión, que todos los del chalequito guinda están con “ya sabes quién”.

¿Perderá entonces su fulgor Andrés Manuel si las boletas confirman el resultado de las encuestas? Imposible mientras se radicalice sumando un nuevo frente de batalla a su esquizofrenia populista: el Congreso de la Unión, próximamente “fifí y conservador”. Ya pueden ir haciendo el meme donde se lee: “qué veo, ¡un rival!”; sólo que en vez de Sid –el entrañable personaje de La Era del Hielo– será El Reforma quien lo dirá.